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En la pasada edición de la Conferencia RSA en San Francisco tomaron parte más de 350 expositores y se celebraron más de 220 conferencias. Las decenas de miles de visitantes que acudieron a la que, sin duda, es considerada la cita por antonomasia de la seguridad TIC, corroboraron el saludable, por no decir desatado, momento que nuestro sector atraviesa. Por parte de España asistieron al emblemático evento no más de una docena de profesionales –usuarios + oferentes–, entre ellos, expertos de un par de voluntariosas compañías –centradas en la gestión de logs–, convencidas de que el futuro está más allá de nuestras fronteras. El certamen se ha convertido en un agitado escaparate de miríadas de startups muy de nicho, esperanzadas en que toque la lotería cuando el consabido cardumen de inversores ponga el ojo –y los dólares– en sus propuestas.

A TIENTAS POR LA SEGURIDAD
Luis G. Fernández
Editor
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Este panorama tan agitado, fiel reflejo del alboroto que en estos tiempos causa la fragilidad de la sociedad digital que se está construyendo, concede enormes oportunidades a los valientes que se arriesgan a proponer soluciones que solventen, o al menos aminoren, los estragos de escenarios que, como la movilidad y la nube, vertiginosa y chapuceramente se levantan haciendo caso omiso al venerable déjà vu.

 

Por estos pagos, en consonancia con la situación global española, la atonía es lo predominante. Con todo, es interesante ver deambular algunas emergentes propuestas tecnológicas de protección que, sorprendentemente –o no– coinciden bastante en su propósito: la moderna gestión de derechos digitales, o la dispensación de servicios de protección en la nube en sus diferentes modalidades.

 

Sus voluntariosas pretensiones de calar son estimables pero resulta chocante comprobar como a buena parte de los timoneles a quienes se les encomienda la llevanza de estas startups cañíes, el puesto les viene grande. La escasísima preparación, cuando no desinterés, el desconocimiento del sector y sus patéticos errores de promoción, totalmente fuera de foco, no auguran un halagüeño futuro a ideas que, en origen, tienen recorrido.

 

No se puede ir a tientas por la seguridad, dando palos de ciego y esperando que antes de que a uno le descubran la caradura o ineptitud y lo echen, sobrevuele algún ángel benefactor inversor y suene la flauta. Este sector no necesita vendedores de guardarropía, sino profesionales comprometidos en su ‘savoir faire’. Oportunidades, haylas.

 

 

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