first
  
last
 
 
start
stop

>> Doble fondo

 

 

Los decisores y sus cuadros directivos andan desesperados por adivinar cómo dosificar la transformación digital y por descubrir qué camino sería el más rápido (no el más seguro) para llegar a la siguiente parada.

 

 

Para su desgracia, la buena información que suelen tener los ejecutivos que navegan por los océanos de las altas finanzas, no es útil a este propósito. Ni siquiera los participantes en los foros internacionales selectos ven con nitidez los impactos concretos y a largo plazo en sus negocios de la revolución tecnológica. Y lo que aciertan a imaginar, les inquieta, porque rompe de forma drástica su círculo de confort.

 

Las aseguradoras no son el enemigo
José de la Peña Múñoz
Director
Esta dirección electrónica esta protegida contra spambots. Es necesario activar Javascript para visualizarla

 

Sin embargo, hay algunos perfiles del futuro a medio que pueden reconocerse y que guardan relación con el pasado de, pongamos, el siglo XX. Y uno de esos perfiles afecta a un ramo del sector financiero que tiene a gala saberlo casi todo sobre riesgos; me refiero a la industria aseguradora.

 

No parece descabellado preguntarse qué efectos va a ir teniendo la transformación digital en el negocio del sector asegurador. Y la respuesta es demoledora: todos. Seguramente esta industria deberá revisar sus fundamentos en lo que toca a redefinir qué es asegurable, qué riesgos son “buenos” y cuáles “malos”, cómo tomar decisiones de asunción de riesgo sin un histórico, cómo afecta al riesgo el tratamiento veloz de macrodatos, la Internet de Todo...

 

Ciberseguridad y seguros

 

Conviene aquí pararse en el punto que toca al rasgo más definitorio de lo digital: el uso de sistemas tecnológicos en red para el tratamiento de información, algo que genera riesgos. Y algunos de estos riesgos son de in-ciberseguridad (que, por cierto, son el disparadero para caer en otros como la depreciación de la marca, el descrédito, la reparación de daños masivos…).

 

Como es sabido, la industria aseguradora ha empezado tímidamente a ofrecer ciertos productos para cubrir daños ante ciberataques (propios, responsabilidades ante reguladores, gastos de crisis…). Y bien puede decirse que mientras mejor vaya gestionando sus riesgos de ciberseguridad una organización (y pueda demostrarlo), más rentable le saldrá contratar pólizas. Y la relación de negocio entre asegurado y aseguradora alcanzará, globalmente, una proporción óptima.

 

También conviene indicar que podría haber un mayor “aliciente” para que este mercado despegue. ¿Cuál sería? Pues que algún organismo o conjunto de organismos globales y/o sectoriales con potestad para ello establecieran la obligatoriedad de contratar seguros de responsabilidad cibernética.

 

Por ahora, una de las vías más prometedoras que se pueden aventurar es la asociación de coberturas de seguro a la contratación de determinados servicios gestionados de ciberseguridad ofrecidos por MSSPs. Esta alternativa requiere de un trabajo muy serio entre el usuario, el MSSP y la aseguradora. Y puede paliar en alguna medida la falta de histórico general en un mundo dominado por la externalización y la interrelación.

 

El asunto es inagotable. Pero para terminar no me resisto a mencionar un pequeño detalle: la regulación que nos espera a la vuelta de la esquina (sea la alusiva a datos personales o a seguridad de la información y las redes) va a obligar a notificar con carácter general ataques y posibles compromisos. Medien o no datos personales en un evento de este tipo, lo más seguro es que el mismo deba ser conceptuado como un presunto delito. Y las aseguradoras siempre piden, como condición indispensable para tramitar un siniestro, la correspondiente denuncia.

 

 

Documento en PDF

 

Este sitio utiliza cookies propias y de terceros para facilitar la navegación.
Si continúa navegando consideramos que acepta su uso. Política de cookies