La decisión de José María Álvarez-Pallete, al poco tiempo de llegar a la presidencia de Telefónica, de nombrar CDO (Chief Data Officer) a José María Alonso, hasta ese momento CEO de la filial de ciberseguridad del Grupo, ElevenPaths, ha causado revuelo también en el mundillo de la ciberseguridad.
Y digo también porque Chema Alonso, flamante directivo, que ya forma parte del Comité Ejecutivo de la multinacional de origen español, es tan famoso fuera de este gremio como dentro y más popular que sus colegas de batalla de hace años, cuando aún no les clareaban las sienes a ninguno.
Hay que felicitar al CDO de Telefónica. Y no solo por el hecho de su nombramiento y fulgurante trayectoria, sino además porque se ha convertido en el profesional de TIC, vinculado con la ciberseguridad, que ha alcanzado la más alta posición en el organigrama de una empresa multinacional (multidoméstica dicen algunos telefonicólogos) de origen español.
Obviamente no es el único ni el último movimiento que se registrará. Ya hay otros nombramientos y fichajes, como por ejemplo el de Miguel Sánchez como Director Global de Seguridad de Telefónica, S.A., o el de Manuel Crespo, Chief Compliance Officer –filtrado por Expansión– a quienes también felicito.
A Álvarez-Pallete le toca gobernar la transformación de Telefónica en una nueva organización –por razones de competitividad y supervivencia– para que desde su origen como operador de telecomunicaciones con foco tradicional en la banda ancha, se vaya convirtiendo en otra cosa, y no necesariamente por agregación de servicios. Saber en qué cosa se tiene que convertir no es sencillo, porque es el ecosistema global el que está mutando y no hay referencias claras. Tanto está cambiando que de aquellas fotos de Corcóstegui sin corbata allá por el año 2000, hemos pasado hoy al empeño de los bancos en ser considerados tecnológicas del sector financiero, en un intento de encontrar un patrón de transformación al que agarrarse en el Tiovivo de la economía digital.
Telefónica, como muchas otras empresas, ha explotado como una supernova, y se ha ido desembarazando de costes de personal. El último estallido ha sido con la fórmula de suspensión, en virtud de la cual han salido grandes profesionales, algunos de ellos jóvenes (53 años) y brillantes expertos en ciberseguridad (aunque resignados), a quienes en sus últimos años en la “Casa” les tocó bregar con directores que batieron el record de la invisibilidad y la capacidad de desestimular a sus equipos.
Chema es una persona a la que le encantan las tareas más creativas del ámbito de las TIC y es, como hemos comentado, un experto en ciberseguridad. Esto le confiere un perfil francamente interesante para asumir la función de CDO, nativa de la transformación y no exenta de complejidades internas y externas.
Lo que le critican algunos es que sus fuertes no sean la experiencia en la gestión y los conocimientos en técnicas de organización. Por esa regla de tres el mundo no se movería; un mundo en el que, por cierto, los apalancados (no sé si expertos) asesores especializados en organización, que llevan décadas desgraciando organigramas y empleo, también deben transformarse. O desaparecer.
La fuerza de la imagen pública de Chema Alonso, que tiene más garra hoy que la de Telefónica, confiere a su nombramiento una dimensión adicional como gesto de cambio. Y algo de eso se mastica en el ambiente, porque cada vez que he preguntado a algún telefónico que qué les parece lo de Chema, me han contestado con un sonoro No comment. La razón debe ser que no se fían de mi.