En la actualidad, estamos ante un amplísimo panorama de riesgos sin precedentes. Por primera vez en 11 años, el mundo se enfrenta a problemas de gran impacto, tanto medio ambientales, geopolíticos, sociales y económicos, como tecnológicos. Dentro de este último campo, uno de los que más nos concierne, los ciberataques ocupan el puesto más alto por encima de cualquier otro problema tecnológico.
La tecnología digital y la conectividad han elevado exponencialmente la exposición de las empresas y organizaciones públicas a nuevas ciberamenazas impactando en el negocio que mueve la industria de la ciberseguridad, uno de los pocos sectores que ha salido prácticamente ileso de la crisis.
La remuneración de los profesionales especializados en seguridad TI se ha disparado en el último año rondando los 91.000 euros anuales en un 29% de los casos en Estados Unidos. En Europa, las cifras han llegado hasta los 13.568 euros por día en algunas compañías, según datos arrojados por Cybrary y el Grupo Manpower.
A pesar de que las inversiones en seguridad no han dejado de crecer en los últimos años cada vez son más las empresas víctimas de un ciberataque, siendo el usuario el eslabón más débil de la cadena. Así se desprende del Informe Anual de Seguridad 2016 de Cisco que, cada año, analiza las principales amenazas, retos y tendencias en este campo.
El impacto de Internet de las cosas (IoT) tanto en nuestra vida diaria como en la forma de hacer negocios aumentará de forma exponencial en los próximos cuatro años. Según los analistas de Gartner, en 2020, más del 50% de los procesos y sistemas corporativos más importantes incorporarán algún elemento de IoT. Una notable adopción que, si bien supondrá un impacto positivo en las empresas, también causará quebraderos de cabeza a sus concernidos provocados por ciertas implicaciones que, hasta ahora, no se han tenido muy en cuenta.