¡Pues yo también!
En estos últimos tiempos de caótico alboroto generalizado por la matraca del “¡al rico consentimiento!” y el inacabable tsunami legislativo en ciernes, quisiera romper una lanza en favor de algunas iniciativas tangibles, edificantes y muy recientes, encaminadas a vigorizar el tejido empresarial ibérico en las materias que nos ocupan.
Me refiero a los anuncios que daban cuenta de la aparición el mes pasado de tres iniciativas especializadas en ciberseguridad enfocadas mayormente a la puesta en marcha de centros de investigación de diversa índole en diferentes localizaciones geográficas españolas: Euskadi, Galicia y Valencia.
Así, este otoño iniciará sus actividades ZIUR Centro de Ciberseguridad Industrial de Guipúzcoa, el cual cuenta con una financiación de 1,5 millones de euros aportados por la institución foral de la provincia para su primer año de funcionamiento. En su ideario se desea “impulsar el nivel de especialización del territorio en este nicho y, al mismo tiempo, blindar la seguridad de un sector industrial que es seña de identidad del tejido productivo guipuzcoano”. Dispondrá de un local de 250 metros cuadrados en los que se instalará un espacio para la formación, otro para emprendedores y un laboratorio, y contará con siete personas en su plantilla, un director, un responsable técnico que trabajará junto a tres empleados, un administrativo y un encargado de las labores de comunicación y comerciales. Para una mejor contextualización del asunto, conviene recordar que este sería el segundo centro de ciberseguridad en Euskadi tras el Centro Vasco de Ciberseguridad, con sede en Vitoria y auspiciado por el Gobierno vasco y SPRI, que entró en funcionamiento hace menos de un año.
Por otro lado, a mediados de mayo, el presidente de Telefónica España, Emilio Gayo, anunciaba que la multinacional española instalará en Valencia un centro de I+D en Ciberseguridad, enfocado expresamente a Internet de las Cosas (IoT) y Smart City. Con una inversión estimada en seis millones de euros, dicho centro sería el único de estas características que pondrá en marcha en España. Situado en La Marina, donde ocupará un espacio de 300 metros cuadrados, en una primera fase, creará una veintena de puestos de trabajo de alta cualificación para desarrollar tecnología, productos y servicios. Según Telefónica, el impulso del Centro vendrá a través de su unidad ElevenPaths, en tanto que la Generalitat valenciana y el Ayuntamiento de la ciudad también participaran en el proyecto, abierto además a la colaboración de universidades y empresas privadas. Hasta el momento, Govertis ya ha mostrado interés por participar.
Finalmente, y ya dando un salto al noroeste, el pasado 23 de mayo fue presentado en la capital compostelana el denominado Tegra, Centro de Ciberseguridad de Galicia, iniciativa con base dual en Vigo y A Coruña, impulsada por las compañías Telefónica –una vez más– y Gradiant, contando con el apoyo de la Xunta, con el objetivo de situar a Galicia en una posición de relevancia en el ámbito europeo de la ciberseguridad al tiempo que para crear empleo cualificado en un sector de gran demanda y potencial de crecimiento. Su objetivo es más que interesante: desarrollar productos y servicios para mejorar la seguridad de la información empresarial mediante técnicas criptográficas avanzadas, diseñar mecanismos de comprobación de la identidad en el acceso a la información y herramientas de análisis de datos, además de sistemas de clasificación de documentación y de detección de accesos irregulares a la información.
Desde SIC saludamos con satisfacción la llegada de estas iniciativas y bien está que surjan en diferentes ubicaciones toda vez que deseamos que, además de redundar localmente, todas ellas contribuyan, con sus propios colores y sabores, a aportar valor a una ciberseguridad necesitada de claros horizontes en cuanto a innovación tecnológica e inversión pero, al tiempo, harta de ser testigo en esta última década de los perjudiciales “Pues, hala, yo también”, generadores de enfoques erráticos, baldías redundancias y competencia innecesaria.
Nunca es tarde para abogar por una estrategia eficiente capaz de sincronizar en lo posible los intereses nacionales y públicos con los legítimamente empresariales privados, evitando duplicación o dispersión de esfuerzos. En estos tiempos en que los pactos cuadraturan el círculo, no está de más insistir en ello.