ā€˜Bigilancia de la vuena’

Me ha sorprendido, tengo que decir que gratamente, la reciente información del gobierno estadounidense por el que daba cuenta al congreso de su presupuesto previsto destinado a la protección cibernĆ©tica para todos los organismos de su administración (8.464 millones de euros, con un incremento anual cercano al 10%). A la espera de su aprobación, es, sin duda, una información muy ilustrativa –en pĆ”ginas de Noticias de SIC la detallamos– porque desgrana muy por lo menudo las diferentes partidas y sus concretos destinatarios (agencias, departamentos, organismos, ministerios), de tal guisa que es fĆ”cilmente trazable la distribución presupuestaria, los productos, servicios y operaciones que implican…Y deja todo en bandeja para… la comparación. Lamentablemente en estos lares no sucede lo mismo y, hoy por hoy, saber desde una perspectiva global quĆ© presupuesto pĆŗblico se destina a tareas de ciberseguridad y privacidad, mĆ”s allĆ” de informaciones puntuales aisladas de algunos de sus actores, es una tarea poco menos que imposible. Y claro, si no se sabe, no se juzga, ni se compara ni se corrige.

Y esta opacidad en la que zozobra la transparencia puede volverse aĆŗn mĆ”s inquietante, otra vez, sĆ­, si como todo parece indicar, sobrevienen suculentas partidas de inversión, continentales y caƱƭes, para investigación (con y sin +D+i) a fin de dotar de seguridad a los nuevos escenarios que modernizarĆ”n nuestra sociedad digital (objetos, industria 4.0, WiFi-CIPS, 5G…). Estas cruzadas en pos de la sagrada protección digital son ya argumentadas por mesnadas taifales de institutos, observatorios, centros… de todo pelaje, territoriales incluidos, a los que se suman, cómo no, las tradicionales berreas de los cazasubvenciones sin retorno, mayormente campeantes en la universidad, con sus sonrojantes trilerĆ­as de papers y spinoffs limĆ­trofes, a la ā€œVa llegando la hora en EspaƱa de acreditar mayor seriedad en estos cometidos, instaurando mecanismos de transparencia y supervisión que arrojen mejor luz de cuĆ”nto y cómo se trasiega con la ciberseguridadā€captura del vil metal para inyectar presupuesto a proyectos fĆŗtiles de vĆ­a muerta de los que jamĆ”s se darĆ” cuenta.

Como ejemplo, me viene ahora a la cabeza, en inquietante ā€˜deja vu’, el nuevo intento de conformar un cluster para promocionar el potencial de ciberseguridad del empresariado asentado en la región de Madrid, iniciativa que ya tuvo un lamentable precedente una dĆ©cada atrĆ”s cuando cierto personaje huĆ©rfano de pedigrĆ­ en la materia, se las apañó para lanzarse a construir un ā€˜Cluster de Seguridad y Defensa’ en la Villa y Corte, y a lo mĆ”s que llegó fue, ademĆ”s de a fundirse una generosa partida pĆŗblico-privada que de buena fe le fue asignada, a convocar un acto, tirando la casa por la ventana, en un carĆ­simo recinto de gran aforo exhibiendo como vedette a un mediĆ”tico y listillo hacker GGG (guiri, guru, guay), que ya un par de aƱos atrĆ”s habĆ­a esquilmado al coqueto evento eGallaecia a base de unos desproporcionados honorarios regados tambiĆ©n de crustĆ”ceos y moluscos de toda Ć­ndole, a cambio de una conferencia de contenido patĆ©ticamente ramplón y pueril.

También en esta edición de SIC nos hacemos eco de cómo la Oficina Nacional de Auditoría de Reino Unido ha dejado en evidencia la ineficiente gestión del presupuesto de su Estrategia de Ciberseguridad, creada en 2016 con una financiación de mÔs de 2.200 millones de euros, y señala que no se estÔ desarrollando en los mejores términos por retrasos, falta de planificación e incorrecta evaluación de las necesidades y seguimiento. Otra vez lo mismo: deficiente auditoría y seguimiento.

Como conclusión y aviso a navegantes, ante el inquietante pĆ”lpito que anuncia la enĆ©sima dilapidación de un nuevo festĆ­n presupuestario, bien merece la pena echar mano del refranero espaƱol, tan sabio Ć©l, y rescatar aquello de ā€œBien estĆ” lo que bien pareceā€. Y por si no fuera suficiente, tambiĆ©n traer a colación la lapidaria frase del filósofo, economista, pensador y escritor inglĆ©s, padre del utilitarismo, Jeremy Bentham, quien con admirable clarividencia, a finales del siglo XVIII, ya sentenciaba: ā€œCuanto mĆ”s te observo mejor te comportasā€. Va llegando la hora en EspaƱa de acreditar mayor seriedad en estos cometidos, instaurando mecanismos de transparencia y supervisión que arrojen mejor luz de cuĆ”nto y cómo se trasiega con la ciberseguridad.

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