”Al rico talento, oiga!

No hace mucho tuve ocasión de asistir a un acto de presentación, a modo de master class, de un curso de divulgación genĆ©rica de la ciberseguridad en cuya ponencia inaugural el conferenciante –procedente del mundo jurĆ­dico– dejó caer que en EspaƱa se necesitaban nada menos que Ā”120.000 especialistas en la disciplina! Ā”Ea!

Ante tamaƱo desatino, no pude dejar de recordar al aƱorado Gila, que muy posiblemente hubiera parodiado la situación diciendo, telĆ©fono en ristre: ā€œOiga, Āæes ahĆ­ la Ciberseguridad? Póngame cuarto y mitad de talento poco hecho, bueno, bonito y barato, que la demanda de personal habilidoso estĆ” siendo insaciableā€¦ā€.

Este es un nuevo ejemplo, solo uno mĆ”s, de la proliferación de aseveraciones con alarmante ligereza con la que desde instituciones, organismos, asociaciones y empresas del sector y extramuros se comunica Ćŗltimamente la ā€˜toma de temperatura’ de la ciberseguridad y sus efectos en la sociedad. Sin nada mĆ”s solvente que echarse a la boca, y con la indisimulada intención de ponerse medallas de cara a la lega galerĆ­a, prolifera la cargante propensión a utilizar ciertos guarismos rimbombantes y repletos de ceros para alertar insistentemente de los estragos del malvado lado oscuro, enunciĆ”ndose cifras en imparable crescendo a lomos de ese manoseado tĆ©rmino que es el de ā€˜ciberataque’. AsĆ­, se airean estadĆ­sticas, informes y encuestas imprecisas y sin rigor con datos crecientes de gestión de ciberincidentes, exfiltraciones, costes de las brechas… sobando los tĆ©rminos hasta dejarlos desnaturalizados. A ello se suma la infantilizada propensión, sin fundamento real, a fardar de buen posicionamiento del paĆ­s en los rankings internacionales de la ciberseguridad por el hecho de disponer de una estrategia en el asunto –por cierto, bien desprovista de recursos–.

Así, y con ser cierta la preocupante escasez de especialistas en las diversas tareas de la ciberseguridad y de que su búsqueda, al coste que sea, estÔ ocasionando severos trastornos inflacionarios del mercado, no es óbice para que, ante la falta de previsiones con fundamento, la estimación de falta de profesionales sea algo nebuloso y se echen de menos indicios solventes de lo que de verdad se necesita.

Creo que ya es momento, si se quiere desembarcar en la madurez, de que los principales organismos a quienes se les encomienda abordar la protección de la sociedad en su dimensión ciber –algunos ya con holgados presupuestos, mĆ”s o menos visibles– se decidan, mĆ”s allĆ” de jueguecitos, competiciones y convocatorias itinerantes para captación de adolescentes abducidos por un ā€˜jackerismo’, a ser menos simplistas y a generar informes de valor conducentes a radiografiar en serio el ecosistema de la ciberseguridad en EspaƱa con el propósito de mejorarlo.

Va siendo hora de conocer con la mayor precisión posible quĆ© se estudia, de quĆ© formación y educación se adolece, quĆ© necesidades se demandan hoy y a futuro, quĆ© falla en la cadena, quĆ© actores conforman de verdad el ecosistema de la ciberseguridad, por quĆ© estĆ”n fallando los eslabones encauzadores de propagar y suministrar los servicios a las pymes, cómo ayudar a encarrilar ā€˜estaraps’ innovadoras e impedir fĆŗtiles batallas competenciales y taifales, y bochornosas reiteraciones de investigación en arcanas universidades anquilosadas y alejadas de las necesidades reales de la sociedad…

Y, claro, para asentar con fundamento un sector predestinado a acompaƱar y custodiar el devenir digital confiable, empecemos de una vez a ser adultos, comenzando por ser transparentes: sabiendo cuƔnto se tiene, cuƔnto se gasta y si se gasta bien.

A este respecto, es sintomĆ”tica la aparición de la iniciativa ProtAAPP, en la que empleados pĆŗblicos de la Administración General del Estado, Comunidades Autónomas y Entidades Locales, demandan mĆ”s inversión en ciberseguridad y, de forma prioritaria, realizar un ā€˜informe de situación’ para conocer el gasto que se realiza, sus necesidades reales y cómo hacerlas frente.

Ahora que ya estÔ en ciernes la conformación del Foro Nacional de Ciberseguridad, fíchese a quienes de verdad conozcan y puedan aportar valor a la propuesta y rechÔcese a los onanistas del humo, el postureo y la galería, lamentablemente presentes también en nuestro sector.

Volviendo al gran Gila, estoy seguro de que tambiĆ©n recordarĆ­a esa otra acepción menos sobada del tĆ©rmino ā€˜talento’ cuĆ”l fue la medida monetaria de origen babilónico utilizada en la antigüedad, y que paradójicamente, sĆ­ es el significado mĆ”s apropiado para enfocar el caso que nos ocupa. Metamorfoseando el viejo aforismo, cabrĆ­a decir que ā€œLa ciberseguridad buena es cara. Hay otras ciberseguridades mĆ”s baratas pero no son lo mismoā€. Pues eso: faltan talentos.

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