Verdades inciertas y ciertas verdades
Ā”QuĆ© difĆcil estĆ” costando a dĆa de hoy discernir la verdad entre tanta infoxicación y quĆ© mal se organiza la sociedad en el espacio digital! AĆŗn fresco en la memoria el bochornoso espectĆ”culo de la revuelta ācapitalinaā gringa y sus sombrĆos efectos derivados de las decisiones de algunos gigantes tecnológicos de cercenar āunilateral y bienintencionadamenteā la libertad de expresión, so pena de males mayores, cabe preguntarse cuĆ”nto mĆ”s va a soportar una democracia el uso masivo de instrumentos tecnológicos para difundir trolas y desinformación a destajo, sin posibilidad de que algĆŗn tipo de supervisión, por supuesto legal, fuera capaz de detectar a tiempo los excesos arteros de sesgo y lograr embridarlos antes de que sea tarde.
La colisión de intereses estĆ” servida: legalidad, protección del interĆ©s pĆŗblico, legitimidad y soberanĆa digital maridan mal, por lo que todo hace temer que la auto-regulación de los colosos digitales no ha lugar. Y las consecuencias de la tragedia de las elecciones estadounidenses bien pueden ser āde hecho, ya lo estĆ”n siendoā prolegómeno de nuevas acciones de emponzoƱamiento y perversión del uso libĆ©rrimo de las redes sociales, a cargo tambiĆ©n āy por quĆ© noā de otros agentes concernidos y sumamente interesados: las autoridades estatales. Tal parece el inquietante caso de censura de Rusia, que recientemente ha venido exigiendo a las principales āencauzadorasā digitales que bloqueasen mensajes a favor de la liberación del envenenado Navalni. ĀæPodrĆa pasar, querido lector, algo parecido por los lares caƱĆes?

Luis G. FernƔndez
Editor
lfernandez@codasic.com
ĀæQuĆ© es la verdad? (Quid est veritas?), preguntaba Poncio a JesĆŗs hace dos milenios. Casi 740.000 dĆas despuĆ©s sigue sin haber respuesta a tanta verdad incierta.
AplicĆ”ndonos el cuento a nuestro aĆŗn adolescente sector y con el To be or not to be āshakespeareanoā por montera, va siendo hora de saber con certeza quiĆ©nes somos, de dónde venimos, quĆ© somos, cuĆ”nto sabemos y a dónde vamos (o nos llevan).
El erial estadĆstico en nuestros lares sobre el sector, en buena parte debido a la inacción de ciertas instituciones pĆŗblicas concernidas durante largo tiempo, ha dado al traste con cualquier intento medianamente serio de poder diagnosticar el statu quo y el grado de floración del ecosistema espaƱol de ciberseguridad. Esta situación, cansinamente advertida por SIC en los Ćŗltimos aƱos āa fin de cuentas, llevamos tres dĆ©cadas en este mundillo al que hemos visto destetarse y comenzar a gatearā parece estar cambiando. Muy posiblemente espoleada por el diluvio de euros continental āmananeroā para la reanimación, consolidación y proyección de la soberanĆa digital europea, y claro, por un ya indisimulable sonrojo ante lo hecho por sus pares.
Lo ācierto y verdadā es que comienzan a proliferar las primeras estadĆsticas que aluden al estado y posicionamiento espaƱol āde sus pobladores y tejido industrial especĆficoā en la materia. En esta botica ciberdigital inicial hay de todo: rigor y humo, valores precisos y resultados irreales, cifras y porcentajes a ojo de buen cubero y metodologĆas contrastables, analistas de prestigio y listillos de pega...
Con todo ya hay informes, estudios y comparativas reseƱables: el grado de cultura de ciberseguridad (informe de PwC), la oferta de empleo (Hays/Ayuntamiento de Madrid), la educación sobre riesgos digitales (Ćndice de Alfabetización sobre Ciberriesgos de Oliver Wyman Forum, donde EspaƱa es quinta del mundo), nivel de madurez en ciberseguridad conforme a indicadores GCI de la ITU (Agencia Catalana de Cibeseguridad con PwC, donde EspaƱa es cuarta de Europa y los parĆ”metros de CataluƱa la posicionan octava), ecosistemas de ciberseguridad vasco (153 organizaciones) y catalĆ”n (356 empresas), medición de los objetivos conseguidos en las estrategias nacionales de ciberseguridad (marco de evaluación de capacidades nacionales de ENISA)ā¦
Este despertar al desentraƱamiento de la realidad conlleva advertencias. Los extasiados por las primeras estadĆsticas āen esto tan madrugadores ellosā, lejos de discernir el rigor y representatividad de los guarismos y de sopesar con prudencia sus declaraciones, vienen aireando a los cuatro vientos las bondades de generosos posicionamientos de nuestro paĆs o de segmentos de actividad (por ejemplo, en I+D+i) transmitiendo la falsa sensación de encabezar rankings que, bien lo saben los expertos, no se sostienen confrontĆ”ndolos con la empecinada y veraz realidad. Cuidadito con la farsanterĆa, que al olor de la rica miel se sacarĆ” de la manga verdades inciertas tentadoramente disfrazadas de buen lucir.
Esta gente, tan venida arriba sin los deberes aĆŗn hechos, hace un flaco favor a la correcta percepción que de la ciberseguridad se ha de tener y a su desempeƱo. Porque, ĀæquĆ© puede pensar la sociedad de la quebradiza transformación digital que se les vende entre tanto ataque de suplantación de la AEAT, la DGT, la Seguridad Social, la PolicĆa, la Guardia Civil, Correos, ayuntamientos y organismos varios, empresa privada de todo tipo y ciberataques a gobiernos top y suministradores de vacunas?
No procede hacer gala de liderazgo prematuro ni de soflamas narcisistas y sà de humildad y discreción en el trabajo y, al tiempo, viendo como los vecinos de nuestro entorno mojan sus barbas con tino y señalan el camino (por ejemplo, presupuestariamente).
Bienvenidas sean las iniciativas reciĆ©n alumbradas y en curso para despertar del mutismo estadĆstico en lo que nos toca, y asĆ palpar nuestra autĆ©ntica realidad, apartando la farsanterĆa y construyendo la base real de un futuro mĆ”s certero.