La ciberseguridad bien merece una sonrisa
Los que gustamos de guardar una cierta corrección en el uso del castellano ya perdimos la batalla del cifrado, al considerar los académicos de la lengua el horripilante anglicismo encriptar como sinónimo de cifrar. Hace poco hemos perdido otra, al aceptar también la Academia el vocablo troyano, al que entienden como caballo de Troya; quiere decirse, por tanto, que para los guardianes del idioma, y según el significado que atribuyen en el diccionario a esta palabra en su tercera acepción, un troyano es un caballo de Troya.
Al dar carta de naturaleza general a esta aberración conceptual de uso muy común en los ambientes TIC poco cuidadosos, la RAE ha escrito una nueva página del manual que justifica el significado exclusivamente por el uso (con ser este importante). Así, en un futuro quizá no lejano, si se pusiera de moda llamar a los ladrones policías y a las pérdidas ganancias, los académicos lo podrían admitir. Por nuestro bien.
Y por lo que se observa, se están cociendo otras subversiones, una de ellas gloriosa. Me explico: Resulta que en algunos ambientes universitarios para ahorrar saliva al hablar y redundancia al escribir, profesores y alumnos llaman a la ciberseguridad “la ciber” (o “la cyber”), fiando el significado al contexto –lo haya o no– y apoyándose inconscientemente en semejante reducción para criar sensación de identidad de grupo. O para que entre en un tuit. ¡Qué triste final le espera a la cibernética, apiolada por los intelectuales de “la ciber” (o “la cyber”)!
Ciberlinces
En otros escenarios sucede lo mismo con esta palabra. Pongamos por ejemplo el del mundillo de las asociaciones y centros. Algunos promotores y socios fundadores de entes dedicados a la ciberseguridad, al tener que ponerles nombre usando el maldito término compuesto, no dieron con la fórmula, sea porque las buenas opciones ya la usaban otros o porque quedaban fatal las que se les ocurrían. Y como hay poco cacumen y prisa (sobre todo, prisa), ¡zas, se quedaron con la ciber/cyber y desecharon la seguridad! Y listos para confundir en webentos copatrocinados, amenaza y riesgo, evaluación y certificación, esfera y toroide...
También se tiene noticia de una persona -a la que no identificaremos- que con la buena intención de buscarle al ransomware un término en español, descubrió la palabra ranzón (que significa dinero para rescate). Y sin más, nuestro intrépido alquimista del lenguaje, se lanzó a proponer por las redes sociales que al ransomware le deberíamos llamar ranzón, o, a lo sumo, “ranzonware”. Pero la cosa no ha prendido, como le paso en su momento al jeriñac, palabro con el que se quería castellanizar al cognac, hoy coñac.
Desde luego, en este gremio no lo pasamos tan mal. Y como voy teniendo una edad, no me resisto a contar a los lectores más jóvenes y a los recién llegados (que son muchos) un par de anécdotas. Una vincula a esta publicación y a un grupo de colegas del sector, que hace muchos años creamos un exitoso grupo de rock al que pusimos de nombre ¡SpamTo! El grupo ya no existe; pero el spam está que se sale de los buzones.
Ya se nos veía entonces la ironía. Y va la segunda: cuando se planteó en INTECO el cambio de nombre, hubo una persona del Instituto que propuso denominarlo CECINA (Centro de Ciberseguridad Nacional). Ganó INCIBE.
Esto demuestra que el buen humor y la sorna acompañan a la ciberseguridad, y que no todo en el ambiente sectorial se centra en la regulación de los CISOs regulados, de los CISOs no regulados todavía, de la responsabilidad civil de todos, de los riesgos en la cadena de provisión, de estrategias, planes, cuadros de mando, despidos, cierres de Q, cambios de trabajo, compras de empresa, proyectos, ataques, amenazas, orquestación, servicios gestionados, ciberseguridad OT, IT, IoT...
A veces tenemos tiempo para bromear y sonreir, para conocer los pasatiempos de nuestros colegas, para colaborar en pro de un bien común fuera y dentro de la profesión, y para reinvindicar el buen hacer de privados y públicos. Y llegados a este punto, no quiero despedirme sin volver a recordar que desde este verano la página web del CNPIC sigue a fecha de cierre de esta edición (finales de marzo de 2021) con el certificado caducado, el cartel de obras puesto y el nombre antiguo. Supongo que, tras la reciente aprobación del plan estratégico del Ministerio del Interior para luchar contra el cibercrimen –dotado con la abultada cifra de un millón de euros– habrá medios para actualizarlo.