¿De quién vienes siendo?
En mis viejos tiempos de niñez en la Galicia natal, recuerdo que mi abuela, tan sociable ella, solía pasear a sus nietos por el vecindario parándose con no poca frecuencia a departir con todo el que se encontrase en su camino. En tales momentos sus interlocutores, con complaciente amabilidad, nos miraban con detenimiento, casi de arriba abajo, alguno de ellos incluso nos cogía de los mofletes, al tiempo que cortésmente nos preguntaban: ¿Y tú, de quién vienes siendo? Orgullosa, mi abuela, detallaba nuestra procedencia sanguínea asociada a uno de sus hijos, no por casualidad nuestro papá. Este proceso de identificación, con guarnición de chequeo de comportamiento y autenticación táctil, se me quedaría grabado de por vida.
También se me ha quedado grabado, y creo que por bastante tiempo, el soponcio de saber que España quedaba excluida del denominado G-30, constituido por la Administración Biden para afrontar, cooperación mediante con una ristra de países de nuestro entorno, la desbocada y dañina oleada de ransomware. Esta iniciativa colaborativa, auspiciada por la Casa Blanca en la tercera semana de octubre con reuniones telemáticas, se dirigió exclusivamente a los denominados ‘aliados estrechos’, pack en el que no se nos consideró situar.
De qué valen rankings de posicionamiento blando y su equívoca ostentación cuando a la hora de la verdad se es ignorado. Que la iniciativa de la administración estadounidense prescinda de nuestro país para escrutar posibles acciones conjuntas con los principales estados de nuestro entorno para aminorar esta plaga digital, deja translucir que solo se nos mide por indicadores que no son de ciberseguridad.
Dejando bien claro que una cosa es el colectivo de la ciberseguridad –local y transnacional– y otra, el representado por la política y sus sujetos decisores, lo cierto es que allende el Atlántico se ha considerado que en estos lares, y a día de hoy, la sensibilidad geopolítica no está alineada con sus intereses de allá; antes bien, existe una reiterada susceptibilidad para con el actual ‘actuar’ español, poco nítido y contundente en el rechazo al modus operandi de países con regímenes polémicos disonantes, léase Cuba, Venezuela y algunos de oriente. A ello se le suma la querencia de alguno de ellos por la ciberapropiación indebida e insertarnos tecnologías gruyere de flácida fiabilidad.
En este enrarecido caldo de cultivo –“por sus hechos los conoceréis”–, tampoco ayuda la cicatería inversora local en el proyecto OTAN, siendo mal vista la escueta solidaridad española, aún lejos del 2% exigido. Esta estrechez a la hora de ‘aflojar’ no desentona con la de por aquí, pues efectivamente no hay que irse muy lejos para constatar que en nuestros parajes se anuncian planes de choque de ciberseguridad con partidas irrisorias. Entretanto, con el maná europeo a las puertas, a muchos se les llena la boca con partidas desmesuradas de fondos europeos para transustanciar digitalmente el diminuto ecosistema español en ciberseguridad y mutarlo a un vergel innovador de liderazgo planetario.
La tradicional sintonía en materia de ciberseguridad con Estados Unidos (aun existente en su nivel estrictamente sectorial –fuerzas armadas, ciberterrorismo, inter-multinacionales...–) con, cómo no decirlo, fructíferos resultados, debe volver a instaurarse en el resto de dimensiones. De siempre ha habido muchos valores comunes y campos de cooperación; cabe recordar como ejemplo la celebración, hace ya tres años de OSAC (Overseas Security Advisory Council) con foco en la ciberseguridad, a instancias de la Embajada de EE.UU. aquí, con enriquecedoras aportaciones españolas.
A punto de concluir esta doliente tribuna y a sabiendas de que, por el cuarenta aniversario de nuestro ingreso, Madrid acogerá en junio de 2022 la reunión de la OTAN, me vuelve aquella imagen de la infancia fijamente grabada y rememoro de nuevo la curiosa pregunta, aunque en esta ocasión quien la formula provenga de allende los mares: ‘entonces España, ¿de quién vienes siendo?’
Cuán esperpéntico sería organizar un macroevento polidefensivo del que en ciberseguridad su anfitrión quedara excluido. Qué lástima que, aun teniendo nuestro país a profesionales de elevadísima solvencia en los menesteres diplomáticos específicos, en esta tesitura estén atados de manos. Por el momento.