GRU, mi cibervillano favorito

Irónicamente ha querido la casualidad que la denominación del personaje estelar de la franquicia de animación cinematogrĆ”fica, GRU –tan gamberrete y ladronzuelo Ć©l como bien apaƱado tĆ©cnicamente– responda al mismo acrónimo que Rusia tiene para su servicio de inteligencia exterior con mĆ”s pegada: el Glavnoe Razvedytalnoe Upravlenie.

Esta potente unidad –de corte militar– es, segĆŗn todos los indicios mĆ”s plausibles de ā€˜atribución’, el emisor y, al tiempo, generoso contratante de hordas de villanos digitales que desde tiempo ha vienen hostigando a los perversos lares occidentales. Entre sus envenenados ā€˜regalitos’ figuran APT28, CyberBerkut, CyberCaliphate y Sandworm.

Las acciones cometidas por esta facción y otras de cuƱo similar retratan a Rusia como un incisivo actor muy tempranamente consciente de la importancia de manosear las redes en beneficio propio, ya destruyendo ya distorsionando el normal fluir informativo y digital desafecto con su sentir. Sus trapacerĆ­as digitales –y las de sus hermanos de propósito FSB y SVR–, que se remontan ya a un par de dĆ©cadas, cobran recientemente importancia decisiva por el conflicto de esta ā€˜tropa’ con Ucrania y, por derivada, con el bando occidental que sintoniza con el estado soberano ubicado en Europa oriental.

Rememorando el mĆ­tico libro de Erich Maria Remarque ā€œSin novedad en el frenteā€, cabe decir que, paradójica y dolorosamente, ahora sĆ­ las hay en esta nueva guerra del siglo XXI. Y no pocas. El conflicto ruso-ucraniano ha desatado, ya desde sus prolegómenos, que la actividad ciberbĆ©lica ā€˜oficial’ se posicionara madrugadoramente desde todos los frentes y bandos, erigiĆ©ndose en perfecto pretexto para probar un descomunal surtido de ciberacciones y arsenal digital emplazado a causar el mayor impacto posible en el contrario y, por otro lado, tambiĆ©n a ensayar acciones inĆ©ditas de control, rastreo y destrucción cibernĆ©ticas.

La realidad percibida –en lo que ha trascendido– muestra que el resultado viene siendo desigual. Junto a mediĆ”ticos golpes de efecto con sonadas interrupciones DDoS, acciones de hackeo a ā€˜targets’ financieros e IC, sustracción y publicación de archivos, interposición de información y periodistas reivindicativos en telediarios…, tambiĆ©n muestra la otra cara, mucho menos exótica. Me refiero al intento, fake mediante, de hacer colar que el presidente Zelenski pedĆ­a en lĆ­nea la rendición de su paĆ­s. Sin duda, el bodrioso intento de servirse de imĆ”genes del mandatario adulteradas por parte de los Josef Goteras y Otiliov, quedarĆ” para los anales de la ciberchapucerĆ­a.

Por otro lado, junto a la panoplia de acciones ā€˜cyberarmy style’ por parte de los contendientes –y agentes aliados– esperables en esta poliguerra dimensional, han convergido tambiĆ©n otros tipos de respuesta, mucho mĆ”s informales cuando no frikis, de consecuencias impredecibles. Este hecho, realmente inĆ©dito en la historia de las contiendas, hace referencia al protagonizado por hordas de ā€˜hackers’ bienintencionados y venidos arriba –ya en grupeto ya en solitario– que en plan despendole estampĆ­dico, cibervolando caóticamente por libre con ciberquincallerĆ­a barata y al son emulador del himno rockero ā€œWe will, we will hack youā€¦ā€, se han estado abalanzando sobre los activos digitales del enemigo para causar el mayor estropicio posible y, si suena la flauta, tambiĆ©n para tratar de pillar alguna de las suculentas recompensas aireadas para identificar artĆ­fices rusos de actividades maliciosas.

Lo cierto es que estos ciberbrigadistas internacionales –sean Hackerberry Finns, chiquilihackers, hackerveydiles o hackermanitas–, enarbolando sin duda causas pretendidamente justas y al margen de coordinarse con el ciberejĆ©rcito de su propio bando, no paran de adentrarse en la tundra ā€˜cibersovietzarista’ sin mensurar las consecuencias derivadas de sus inconscientes e impulsivas incursiones –no siempre adecuadamente anónimas– por las que, por su rastro, podrĆ­a colegirse las ubicaciones y su paĆ­s de origen. Y como fruto de ello sobreviniesen contundentes respuestas a fin de causar escarmiento y disuasión a futuro.

Bien estĆ” que aflore el talento lateral de la pericia hacker y que coadyuve a la causa. Sin ir mĆ”s lejos, esta destreza quedó patente en la reciente RootedCON cuando algunos de sus mĆ”s insignes ponentes mostraron las triquiƱuelas para con la app Telegram –casualmente muy usada por la resistencia ucraniana– o las debilidades de IC elĆ©ctricas, evidenciadas por espabilados expertos de Tarlogic, ambos dos perfectos ejemplos de aplicabilidad al asunto que nos trae.

Sirva pues como reflexión final que ante los daƱos colaterales provocados por la oleada de ciberagresiones al por mayor –y por libre– al imperio autĆ”rquico ciberzarista, este opte por repelerlas a machete como actos de guerra o mĆ”s arteramente introduzca topos prorrusos en las filas occidentales, por ejemplo en aquellas empresas de ciberprotección que, tan generosas ellas, con los brazos abiertos se han mostrado dispuestas a acoger a expertos/as ucranianos huidos...

En el sofisticado tablero digital planetario en el que nos hayamos, ¿bastarÔ con cambiar a granel las contraseñas a nivel local y anunciar mesnadas de planes de choque sin concretar o nos pertrechamos de ciberseguridad adulta? A fin de cuentas, se trata de que nosotros también juguemos o de que jueguen con nosotros. QuilosÔ.

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