Secure e-Solutions de GMV: SOBERANƍA DIGITAL

El concepto de soberanĆ­a digital necesitarĆ­a ante todo una definición. El tĆ©rmino ā€œsoberanĆ­aā€ alude a la autoridad y la capacidad para operar y decidir de forma independiente. La cualificación ā€œdigitalā€ apunta a que estas decisiones incumben a la creación, control y eliminación de la información susceptible de ser procesada en redes informĆ”ticas. El sujeto soberano puede ser un individuo, un grupo, una entidad económica o polĆ­tica, nacional o supranacional, e incluso un ente mĆ”s genĆ©rico como la sociedad en su conjunto. Sin un contexto apropiado, la noción de soberanĆ­a digital resulta bastante nebulosa.

Un primer anÔlisis del concepto debería al menos incluir dos casos paradigmÔticos: La soberanía digital del individuo en tanto que ciudadano con derechos garantizados por un estado de derecho, y la soberanía digital del propio estado. El primer caso apunta a la relación de poder entre ciudadano y poderes públicos, mientras que el segundo alude a nuestras aspiraciones como sociedad y a la relación entre naciones soberanas en un mundo interconectado por las redes de información. Otras situaciones, que las habrÔ complejísimas, podrían beneficiarse de un examen de estos dos casos.

Comenzamos por la soberanĆ­a del individuo. Hace siete aƱos un desconocido Christopher Allen utilizaba el tĆ©rmino ā€œSelf Sovereign Identityā€ en su blog para referirse a la conveniencia de que el individuo controle su propia identidad digital. Este control incluirĆ­a la posibilidad de generar de manera autónoma identificadores reconocidos sin necesidad de, por ejemplo, crear una cuenta de correo con alguna macro-organización. TambiĆ©n incluirĆ­a la capacidad de controlar la información que otras entidades tengan disponible acerca del individuo. Este concepto ha ido tomando forma a tenor de los nuevos paradigmas de descentralización basados en ā€œblockchainā€ aunque, como es sabido, el problema que se pretende resolver es mĆ”s un problema de gobierno que un problema tecnológico. Pero claro, si buscas financiación, necesitas un problema tecnológico. Las opciones realistas para mejorar el control del individuo sobre su realidad digital se ven aĆŗn lejanas, y en algunos casos como la reglamentación europea se plasman mĆ”s en un desiderĆ”tum que en la prĆ”ctica del dĆ­a a dĆ­a, hasta el punto que uno se conformarĆ­a con que, en el camino hacia la soberanĆ­a digital del individuo, avanzĆ”ramos en lugar de retroceder.

En cuanto a la soberanĆ­a digital de las naciones, como sucede con otras soberanĆ­as nacionales, se diluye en un mundo cada vez mĆ”s interconectado y supranacional. Apuntamos a tres realidades que requieren actuaciones decididas y que pueden ilustrar la complejidad del asunto. En primer lugar, el control sobre nuestro destino como nación en un escenario en el cual la capacidad de legislar en materia tecnológica siempre queda por detrĆ”s de las necesidades. Adaptar el código penal a los nuevos delitos en el ciberespacio, modernizar las administraciones pĆŗblicas, o dar seguridad jurĆ­dica a todo tipo de transacciones electrónicas son algunos desafĆ­os para los que nuestro paĆ­s se encuentra sub-dimensionado, por si no fuera suficiente reto la dificultad de entender a dónde queremos dirigirnos en estas materias. En segundo lugar la garantĆ­a a la que aspiramos, como sociedad, a una información veraz en un escenario donde el manejo informativo del ciberespacio se ejerce desde compaƱƭas extranjeras con intereses propios, que pueden ser legĆ­timos pero no son los nuestros. Bien es verdad que el deseable equilibrio entre el control informativo y la desinformación plantea en estos Ćŗltimos tiempos un desafĆ­o a todas las sociedades modernas y no solo a la nuestra. En tercer lugar, la capacidad de nuestra nación para la autodefensa en los conflictos con otras naciones, llamĆ©moslo la ā€œciberguerraā€, aunque el escenario de batalla sea a la vez tan sofisticado y tan poco transparente que el tĆ©rmino guerra no resulta en realidad adecuado. AquĆ­ cabe apuntar que la definición de nuestra capacidad de respuesta en caso de conflicto no puede en tĆ©rminos realistas concebirse fuera del marco de las alianzas internacionales.

Se diría que la soberanía digital es en realidad una caja de Pandora que hemos abierto hace ya un par de décadas y que no va a cerrarse. Lo único que parece poco discutible es que las naciones que mejor estÔn enfrentando esta problemÔtica tienen en común una inversión en I+D+i tecnológico muy superior a la nuestra. E incluso en esos casos, ni toda la inversión del mundo nos llevarÔ a ningún lado sin un liderazgo que empiece por definir a dónde queremos dirigirnos.

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