La ciberseguridad en celo

La verdad, quiĆ©n nos iba a decir a estas alturas que nuestra querida y sufrida ciberprotecciĆ³n iba a estar impregnada de tanto glamur. Pero sĆ­, la ciberseguridad estĆ” en celo. Y, al parecer ademas de cautivar y excitar, tambiĆ©n cela y muestra celo.

Al margen de su incuestionable fulgor actual, a su vera merodean de modo creciente y per se no pocos empeƱados en cortejarla. Por muy diversas razones, todas ellos interesados en exprimir una golosa y ā€˜fecundaā€™ coyuntura. Y, claro, se la ensalza, se la arrima y se la utiliza.

Nuestro pujante ā€˜oficioā€™ despierta instintos y procede mosquearse con la sonrojante ā€˜prĆ”cticaā€™ de la que muchos hoy hacen gala para manosearla, ya sean jetas procedentes del paracaidismo mĆ”s recalcitrante ya actores abocados a tener que interiorizarla para salvar el pellejo de sus cometidos gerenciales ā€œnaftalinadosā€. Cosa distinta es la oleada de regulaciones ā€“mayormente europeas, estadounidenses y sectorialesā€“ encaminadas a revestirla de madurez, que ya iba siendo hora.

Mismamente, al mandatario estadounidense le lleva saliendo humo de su pluma tras firmar sin parar leyes, decretos y regulaciones. Biden estĆ” imbuido de muchas dimensiones de la ciberseguridad cuando, sin tregua, su presidencialista voluntad da curso a piezas legales que perfilan y ceban el acerbo gringo en estas materias tecnolĆ³gicas, tan cruciales para que su dominio digital no se le desmorone.

De igual guisa sucede en nuestro venerable continente. El tsunami legislativo que en estos recientes meses estamos constatando con la llegada de directivas a mansalva, cariƱosamente denominadas por quien esto firma como ā€˜NISiā€™, ā€˜DORiā€™ y ā€˜LECiā€™, evidencian la inevitabilidad por parte de los primeros ejecutivos de corpus actoral empresarial europeo de tener que comprometerse con diligencia debida y firmeza al cumplimiento de cara a gestionar los riesgos tecnolĆ³gicos.

Se acabaron los tiempos de inhibirse gratis y de ver los cibertoros desde la barrera (mientras solo ā€“y como siempreā€“ eran penalizados los departamentos tĆ©cnicos con foco en ello). SerĆ” inexorable que la alta direcciĆ³n se involucre al mĆ”ximo para entender mejor su propio ecosistema empresarial y se esmere en salvaguardarlo. Afortunadamente, hay primeros ejecutivos con enorme soltura tecnolĆ³gica y gracejo en ciberprotecciĆ³n. Pongamos que hablo de, por ejemplo, Ana BotĆ­n y Antonio Huertas.

SerĆ­a deseable cuando no mandatorio, que los Consejos de AdministraciĆ³n establecieran sinergias robustas entre sus Ć”reas tecnolĆ³gicas ā€“con alta carga de la dimensiĆ³n digitalā€“, la estrategia corporativa y la creaciĆ³n de valor, conformando un potente tridente con una visiĆ³n y unos objetivos nĆ­tidos al respecto. A fin de cuentas, se tratarĆ­a de anticipar los riesgos y amenazas potenciales y minimizarlos, y, al tiempo, impregnar a los ejecutivos del conocimiento necesario para que tecnologĆ­as digitales de nueva ola consoliden el devenir competitivo de la compaƱƭa. Este plan deberĆ­a molar.

Con todo, y como botĆ³n de muestra sombrĆ­o de lo que sobreviene, por ejemplarizante y por no hacer los deberes, bien vale la pena recordar el severo y ā€˜recientitoā€™ tirĆ³n de orejas ā€“y subsiguiente multa de 3,1 millones de eurosā€“ que el Banco Central Europeo propinĆ³ recientemente a Abanca, por el ofuscado incidente de 2019 y el retardo en comunicarlo a las autoridades concernidas en el plazo exigido. Un aviso a navegantes que no atinaron a prevenir la pĆ©rdida, por mucho celo y empeƱo que aparentemente se pusiera en evitarlo.

En nuestro Ć”mbito local, tambiĆ©n la ciberseguridad deslumbra lo suyo. Como serĆ” que hasta nuestro apuesto presidente SĆ”nchez, allĆ” por la primavera pasada, hechizado por completo por un tema atractivo, ā€˜modelnoā€™ y morboso, sucumbiĆ³ a los encantos de la ciberseguridad y la utilizĆ³ como potente palanca de visibilidad para anunciar un suculento plan nacional dotado con 1.000 millones de euros, los cuales, por cierto, a dĆ­a de hoy, en buena parte aĆŗn deben estar pululando por el Ć©ter.

Como colofĆ³n a estas reflexiones procede tambiĆ©n hacer algĆŗn examen de conciencia sectorial y atarnos los machos sobre adĆ³nde vamos y quĆ© queremos hacer de mayores en esta nuestra profesiĆ³n, porque, tal vez, algunos no alcanzan a enterarse y evangelizan con retardo lo palmario de hace dĆ©cadas, revistiĆ©ndolo de neoconsultorĆ­a de perogrullo.

No hace mucho una pizpireta asociaciĆ³n con flamante derivada anglĆ³fila en su denominaciĆ³n ā€“aunque haga referencia expresa a su operativa en nuestro paĆ­sā€“, convocĆ³ un sarao regional con el ingenioso e hĆ­brido tĆ­tulo de ā€œEl CISO cerca del boardā€. El ortopĆ©dico eslogan aĆŗn se vio mĆ”s engrandecido poco tiempo despuĆ©s por la inĆ©dita afirmaciĆ³n de su presidente vitalicio ā€“y socio de una de las Grandes Cuatroā€“, quien en otro de sus eventos acabĆ³ de rematar lo palmario de su sentencia tambiĆ©n en modo bilingĆ¼e: ā€œā€¦lo que el Board necesita es un CISO que comprenda el negocioā€. Ā”Eureka! a estas alturas algunos comienzan a saber quĆ© poco saben.

Ante estos inauditos mensajes ya pelƭn viejunos, mƔs les valiera a sus chamanes de voraz apetito agenciarse un fueraBoard e irse mar adentro a evangelizar a las cibermerluzas C-level con mƔs retromensajes ansiolƭticos, exfoliantes y cibersostenibles para un mayor recorrido comercial. A fin de cuentas, se trata de vestir con chicha la apariencia. Y lucirla.

Total, hay que admitir que, ante una mayor percepciĆ³n generalizada de las amenazas digitales, como nunca la ciberseguridad se estĆ” dejando querer y en un periodo indudablemente fĆ©rtil, su fecundaciĆ³n digital es exuberante y bidireccional. Todo quisque se arrima a la niƱa bonita ā€“aunque pelĆ­n incĆ³modaā€“ de la flamante transustanciaciĆ³n tecnolĆ³gica encomendĆ”ndose a los psicotrĆ³picos de la ciberprotecciĆ³n, no vaya a ser que le monten una huelga de celo. Eso no es sexi.

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