La IA sapiens y el antropoide con carnƩ

Cuando la evolución del clima fue cambiando el bosque y mutÔndolo en sabana, los homínidos tuvimos que desplazarnos por tierra para alcanzar el siguiente Ôrbol. Y eso marcó nuestro destino. De ahí a pensar y a servirnos de herramientas para hacer cosas todo fue uno.

Queda claro que, desde entonces, la especie humana ha llevado impreso en sus genes el Ć”nimo de explorar, de descubrir, de conquistar, de someter… Comemos de todo, vivimos en donde toque, adaptamos el medio a nuestras querencias y hemos ido criando un acervo lleno de luces y sombras, ciencias y creencias, que justifican una cosa y la contraria.

Es curioso que en pleno proceso de transformación descontrolada, motivada por el uso intensivo de unas TIC con las que se aspira a automatizar todo lo que se menea, cuando la sociedad y millones de sus individuos, presas de un Ć”nimo inagotable por hacer y deshacer, andan aplicando las matemĆ”ticas para ser como los dioses, crear algoritmos inteligentes y manipular la vida… nos encontremos en EspaƱa con uno de esos deliciosos peteretes que nos regalan de vez en cuando nuestros congĆ©neres Homo gubernamentales y parlamentarios. ĀæA quĆ© me refiero? Pues a la Ley 7/2023, de 28 de marzo, de protección de los derechos y el bienestar de los animales, en cuya Disposición adicional cuarta podemos leer lo siguiente: ā€œEn el plazo de tres meses a contar desde la entrada en vigor de la presente ley, el Gobierno deberĆ” presentar un proyecto de ley de grandes simiosā€.

Lo paradójico de todo esto es que, en España, el sapiens sapiens ha llegado casi a la vez a desarrollar su Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial y los derechos de los antropoides. Lo primero se lleva en la SEDIA, y lo segundo, no. Y es muy posible que el reconocimiento de derechos a los póngidos (estoy de acuerdo) nos vaya a traer menos quebraderos de cabeza que hacer y usar una IA que merezca tener derechos.

Para empezar en el seno del Consejo Asesor de IA hay revuelo. Resulta que el Gobierno de EspaƱa y un Laboratorio de Emiratos Ɓrabes habƭan acordado que el segundo pusiera su sede europea en Granada. Y ante esto, varios miembros han dimitido por no considerar que en el proyecto se vayan a respetar principios Ʃticos y de seguridad en el desarrollo de nuevas tecnologƭas.

Y en otro orden de cosas, aunque con cierta relación, Microsoft ha dado noticia de su Security Copilot, una IA ā€œmoldeada por la IA generativa GPT-4 de OpenAIā€, que ayudarĆ” a las empresas a minimizar los riesgos de ciberseguridad. Tiene pinta de que serĆ” mĆ”s barata que los servicios de un buen analista.

Todo esto demuestra que nuestra especie sigue siendo curiosa, viajera, descubridora, arriesgada. Y que, ya de forma consciente ya inconsciente, lleva gestionando riesgos desde hace miles de aƱos.

Estos tiempos que nos estĆ” tocando vivir nos estĆ”n enseƱando cosas nuevas; por ejemplo, que sin los servicios en la nube de grandes hiperescalares privados, Ucrania no se hubiera mantenido como Estado tras el inicio de la ā€œoperación especialā€ de Putin; o que el ransomware, si las cosas siguen asĆ­, serĆ” considerado globalmente (y no solo por EE.UU.) como una amenaza a las seguridades nacionales; o que los estados democrĆ”ticos en los que el entramado pĆŗblico-privado alcance cotas significativas van a tener que revisar la idea de que los Ćŗnicos que pueden en derecho usar armas (incluidas las cibernĆ©ticas) en guerra sean los militares.

Una cosa mÔs: los delitos con sabor cibernético se estÔn disparando. Y el sistema judicial y policial que tenemos no va a poder dar curso a tanto suceso y tanta denuncia. Menos todavía a su feliz resolución. Este es un buen territorio para cambiar, descubrir, arriesgarse... y aplicar IA e ingeniería de automatización. De las buenas.

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