El CISO áureo y el CISO fistro
Ha querido el destino y un centenar de ellos –que asoman su figura en esta edición de SIC–, que sea el CISO el tema central de mi tribuna y de este número de abril de la revista. No es para menos. Corren tiempos efervescentes para la llevanza de la profesión, disciplina, oficio o como queramos llamarlo, un cometido que enfila ya su próximo futuro con menos incógnitas y encaramado a lomos regulatorios de un más halagüeño porvenir.
Uno, con ya 32 años tras de sí en este ‘negociado’ de la ciberprotección, no puede por menos que echar la vista atrás y rememorar las vicisitudes de una encomienda tanto tiempo incomprendida y arrinconada, y a la vez vista como incómoda y objeto de vituperio. Nadie en este asunto se libraba del sanbenito de ser etiquetado como paranoico y ‘stopper’ pero hete aquí que la odisea digital de nuestra sociedad, decididamente abalanzada a un incierto y despendolado destino, se ha visto forzada a consagrar la existencia del CISO, so pena de que el quebradizo y desconfiable entramado internáutico que edifica acabe yéndosele al garete.
![luis-fernandez-2018](https://revistasic.es/wp-content/uploads/2018/01/luis-fernandez-2018.jpg)
Luis G. Fernández
Editor
lfernandez@codasic.com
Se dice que tanto los antiguos griegos como el renacentista sabio da Vinci estuvieron obsesionados con la llamada proporción áurea, esencial para sus ideales de belleza y geometría, y que Leonardo la aplicó al cuerpo humano y a la arquitectura desde que realizó el dibujo del célebre Hombre de Vitruvio. Metafóricamente la áurea y divina proporción viene que ni al pelo para definir las bondades profesionales de lo que hoy día debería ser un buen CISO.
Por otra parte, sin temor al yerro puede decirse que estamos enfrascados ya en la tercera generación de CISOs y bien está que así sea, pero quien esto firma, en claro homenaje a los pioneros, no quiere dejar de mentar a algunos de aquellos precursores que, a tientas y con indómito valor, lidiaron con unos tiempos pretéritos ásperos y desagradecidos. Vaya así desde SIC el cálido recuerdo a Manuel Palau (Iberdrola), Aurelio Hermoso (Iberia), Javier Valdés (Bankinter), Manuel Carpio (Telefónica), Ángel Bernaldo de Quirós (Renault), Lluis Salas (Allianz), Pedro Pablo López Bernal (RSI)… y también a aquellos que prematuramente nos dejaron: Jaime de Pereda (Amena), Fernando Víctor Ferrá (Banca March), Gabriel Arriero (Defensa)...*
Tampoco quiero dejar de mentar, ahora que algunas güimenforsaiber dicen no conocer referentes, que ya en su momento hubo auténticas colosas de la llevanza: Toñi García Redondo (Iberia), Mª Esther Vidal (Banco de España) o Idoia Mateo (Grupo Santander) –aún hoy una referencia ineludible de savoir faire–. Por cierto, todas ellas Premio SIC.
Y llegados a esta tercera generación, no poca de ella aterrizada en modo ‘voluntarismo forzoso’ por mor de ser nombrados precipitadamente, impelidos por la opresiva atmósfera regulatoria y por escamados CISOs más veteranos con gran mosqueo por la endeble consistencia de sus frágiles cadenas de suministro, huérfanos las más de las veces de interlocutores apropiados, y con órdenes de la superioridad incluso de tener que inmolarse en casos de fatal obediencia debida.
Así que hoy no es extraño toparse con especímenes de perfil peculiar –si no generalizado sí bastante relevante– conformado por gente pelín bisoña, tecnoréxica y con más querencia por apatrullar el ciberespacio empresarial cazando cibergüenzas que por entender cómo maridar su pericia con el tuétano negocial de la empresa que abona su nómina.
Estos genuinos ChiquitoCISOs de la Calzada cibernética, tejemanejan fistramente la ciberseguridad diodenal desde sus fueraBoards cual condemores de la pradera digital.
Con todo, y a pesar de los tiempos perros que nos toca vivir, en los que la ciberprotección hialurónica fija discontinua, ansiolítica, exfoliante y retrofuturista, hace no poca mella, todo CISO que se precie y desee refulgir, frente a la creciente madurez que experimenta la profesión y el tsunami legislativo que le sobreviene, bien que le aplica el sabio aforismo asociado a nuestra querida ciberseguridad: “Contigo porque me matas y sin ti porque me muero”.
Con gran consternación, al cierre de esta edición tuvimos conocimiento del fallecimiento inesperado de una veterana compañera en lides de la ciberseguridad: Ana Prieto, Security Manager de Ericsson. Transmitimos nuestro pésame a toda su familia y allegados.