13, Rue del Cibercebe

QuĆ© le vamos a hacer. De siempre me gustaron las historias ilustradas: desde los tebeos infantiles a las revistas de superhazaƱas pasando por los cĆ³mics de autor. Me dejaron un poso muy potente y por ello, al conocer que en este verano nos habĆ­a dejado el creador de tanto personaje mĆ­tico, mi admirado Francisco IbƔƱez, no he podido por menos que desear rendirle en esta tribuna un respetuoso ā€“y, si se me permite, pelĆ­n desenfadadoā€“ homenaje

Como decĆ­a, del noveno arte me gusta todo, destacando singularmente los superhĆ©roes. Especialmente quienes tienen el superpoder de crearlos. Y sĆ­, uno de mis preferidos es el mentado: tenĆ­a gafotas, era calvo y, de siempre, me pareciĆ³ un seƱor mayor. Y encima, en lugar de ser un exĆ³tico gringo, era de por aquĆ­, un espaƱolito de a pie. En julio muriĆ³ y con Ć©l muchos de mis sueƱos de infancia se sumieron en la tristeza por la pĆ©rdida irreparable de un mayĆŗsculo ser talentoso.

Para los leĆ­dos (mayormente analĆ³gicos), desde hace seis dĆ©cadas su herencia grĆ”fica ha sido sencillamente colosal. Sus escenarios grĆ”ficos desternillantes, sus ocurrentes guiones y, cĆ³mo no, una retahĆ­la antolĆ³gica de personajes inolvidables (Mortadelo y FilemĆ³n, Pepe Gotera y Otilio, Rompetechosā€¦) conforman un legado deslumbrante.

Por ello, parafraseando ejemplos de su universo creativo, deseo desenfadadamente trasladarlos a ese otro que nos es tan familiar, en el que cohabitamos no pocos venturosos y paranoicos: Cibersegurilandia, y que para el caso lo vamos a rebautizar, parafraseƔndolo, como su obra coral mƔs mƭtica: 13, Rue del Cibercebe.

En su babeliano edificio (pisos, terrazas, balcones, azotea, portal, ascensor, alcantarillas, aledaƱosā€¦) el maestro IbƔƱez lo poblarĆ­a de inquilinos de la farĆ”ndula actoral pĆŗblica y privada, febrilmente atareados en dotar de resiliencia digital a sus ciberurbanitas. Por el inmueble deambularĆ­an febrilmente los expertos de la T.I.A. (TĆ©cnicos de InvestigaciĆ³n Aerociberespacial), C.C.N. (Clan CriptocuĆ”ntico Nacional), CE.CI.NA. (Centinela de CiberprotecciĆ³n Nativa), M.C.C.E. (Movimiento Coordinado de Ciberserviolas Estelares), D.S.N. (Departamento de SincronizaciĆ³n Neointegral), USMS (Uotroesemese), RootedKONG, IsaKA, ZZI y demĆ”s actores de peso en incansable actitud de cumplimiento del deber.

TambiĆ©n habrĆ­a dependencias y jocosas viƱetas para reflejar las andanzas y avatares heroicos del tĆ”ndem estelar del ecosistema ciber: nuestros flamantes CISOs y hackers, los cuales, aĆŗn a dia de hoy, batallan por ser reconocidos en sus respectivos frentes, tan Ć”speros ellos: la renuente alta direcciĆ³n y la tierra de nadie digital. QuizĆ” hasta uno de los pisos alojarĆ­a toda suerte de caricaturizadas estrellas de la longeva SecurmĆ”tica, primerĆ­simas calidades entre tanta cursilerĆ­a y tertulianez vacua.

LĆ³gicamente, en varios de sus otros pisos tambiĆ©n se asentarĆ­a una abundante retahĆ­la de provedores de megalofareguoles y demĆ”s artefactos, no pocos de ellos con IApacidades repeledoras next generation. Y por supuesto andarĆ­amos por ahĆ­ los de S.I.C. (Sindicadura para la InformaciĆ³n CibernĆ©tica).

Como empecĆ©, termino. Trato de imaginar cĆ³mo IbƔƱez inventarĆ­a hoy, ya en su paradero celestial, un nuevo personaje y me viene a la cabeza que a buen seguro dibujarĆ­a un ser fofete de atuendo con mucha ā€˜pegadaā€™: capa y calzĆ³n toronchados y malla enfundada de rabioso verde guardia civil, blandiendo una superarma letal: el sulfato cibernĆ©tico, siempre pulverizando el ciberespacio con concienciaciĆ³n virtual y disuadiendo a la chusma de la comisiĆ³n de fechorĆ­as a indefensos. Su apodo serĆ­a SĆŗper Lucho. Y tendrĆ­a alas.

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