Que parezca un incidente, que (a)parezca un cliente

En los tiempos pretĆ©ritos, cuando el palabro mĆ”s exĆ³tico, inquietante y usado era ā€˜virus informĆ”ticoā€™ y los primeros anuncios que se jactaban de combatir a estos agentes infecciosos proliferaban, las casas fabricantes y sus marcas de cabecera ā€˜garantizabanā€™ ser capaces de olisquearlos y neutralizarlos con portentosos chirĆŗmenes cibernĆ©ticos.

Con el tiempo la sofisticaciĆ³n de las estrategias contaminantes fueron mĆ”s severas y los cĆ³digos traviesos se hicieron mĆ”s y mĆ”s destructivos, con lo que los defensores hubieron de afinar mejor sus capacidades y asĆ­ los anunciaban en las publicidades de aquellas Ć©pocas: ā€œ...Detectamos 10.000 virusā€, luegoā€¦ un millĆ³n, mĆ”s tarde 10 millones, a continuaciĆ³n 100.000 millonesā€¦; hasta que subsiguientemente, por eso de la sofisticaciĆ³n, se introdujo lo de los patĆ³genos ā€˜conocidosā€™ y, por supuesto, los ā€˜desconocidosā€™, para reflejar las pujantes bondades adivinatorias del software vigilante y defensor. Pero llegĆ³ un momento en que la desmesura de ceros de las capacidades descritas desbordaba la imaginaciĆ³n del pĆŗblico lector, que perdĆ­a el sentido de tan portentosa habilidad auspiciadora y de tan apabullantes cifras con lo que la tecnologĆ­a oferente se topĆ³ de bruces con la incomprensiĆ³n y el hastĆ­o de los destinatarios por lo que se aprestĆ³ a modificar sus mensajes de forma mĆ”s adulta.

Esa misma sensaciĆ³n sucede ahora con el azote de guarismos estadĆ­sticos en modo Ć©xtasis diarreico, publicitados por doquier y referidos a cifras crecientes de cibertaques, incidentes, ciberdelitos, denuncias y demĆ”s ciberpercances, metiendo en el mismo saco hechos, errores, lances, chorizos, berenjenas y boniatos, todos ellos supuestamente confirmadores de comportamientos digitales reprobables en inquietante aumento.

De esta guisa, junto a las lĆ³gicas y periĆ³dicas intervenciones de gente cualificada y concernida por dar cuenta informativa periĆ³dica, actualizada y con perspectiva de todo ello, tambiĆ©n toda suerte de oportunistas autoridades aletradas en la materia, pĆŗblicas y privadas, analistas, empresas, asociaciones y agencias de comunicaciĆ³n de medio pelo, junto a ā€˜plumillasā€™ de rrss de garrafĆ³n, por eso de ā€˜lo coolā€™, echan mano de ellas y las visibilizan para ā€˜sensibilizarā€™ guapamente al lector-oyente en actos inaugurales, congresuales y/o de postureo del marquetĆ­n flĆ”cido Ć”vido de novedades.

De facto, este manoseo de la ciberseguridad por parte de no pocos sujetos paracaidistas, en busca de anzuelos molones sin la mĆ”s mĆ­nima coherencia ni conocimiento de las fuentes estadĆ­sticas fiables y su buen uso, estĆ”n inundando a la sociedad con un batiburrillo de cifras desmesuradamente crecientes que solo contribuyen justamente a la confusiĆ³n de los destinatarios, integrantes de una sociedad conectada deficientemente atendida, informada y formada por las instancias que deberĆ­an hacerlo apropiadamente. En fin, quĆ© se le va a hacer.

Debido a mi cinefilia irremediable he visionado recientemente ā€“una vez mĆ”sā€“ la trĆ­ada de Puzzo y Coppola sobre ā€˜El padrinoā€™. Me sigue pareciendo extraordinaria y en esta ocasiĆ³n bien vale traerla a colaciĆ³n precisamente por el tĆ­tulo que he decidido poner a mi tribuna de esta ediciĆ³n, y en la que, precisamente en los pĆ”rrafos anteriores, aludo prĆ­stinamente al cachondeo de credibilidad existente ante la avalancha de nĆŗmeros, guarismos, cifras y porcentajes conducentes a convencernos de que todo lo que sucede parece un malvado incidente digital.

TambiĆ©n, a resultas de las Ćŗltimas operaciones de consolidaciĆ³n empresarial sectorial y de trasiego laboral en estos lares, uno constata cuĆ”n tiempos raros atravesamos hoy.

De un lado, EspaƱa asiste al desvanecimiento de sus activos patrios en materia de ciberseguridad y la aboca, quizĆ”, a sufrir mayor fragilidad cibernĆ©tica por depender de terceros no locales. De otro, en la reciente SecurmĆ”tica fue la comidilla el comentario de un reputado CISO durante su conferencia, afirmando la bonanza actual de las compaƱƭas de ciberseguridad sin omitir, con clara mordacidad, ese fenĆ³meno inusual pero real hoy dĆ­a cual es la irrupciĆ³n de otras que, sin cliente conocido, pero reventando el mercado de fichajes, enarbolan un nuevo modelo de empresa chachi con alta carga mediĆ”tica y deseosa de que se le (a)parezcan clientes con prontitud, concienciando a despistados en ferias ā€˜todo en unaā€™ a base de vetustas ocurrencias y verdades de perogrullo del tipo ā€™la ciberseguridad es una inversiĆ³n, no un gastoā€™. Mucho me temo que tendrĆ”n que sudar mĆ”s la camiseta [aunque huela].

Ay, si Don Vito levantara la cabeza.

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