El baĆŗl de los futuros

A quienes como yo tuvieron papĆ”s musiqueros, guardamos el poso de no pocas mĆ­ticas canciones de su Ć©poca, con tanta pegada que aun hoy son imperecederas. Ante esta tribuna hoy me viene a la mente todo un mĆ­tico himno de entonces cantado por la pizpireta Karina. Su tĆ­tulo tiene su miga: ā€˜El baĆŗl de los recuerdos’.

Al rememorar su letra mi digitalidad se vuelve decididamente nostƔlgica... y, claro, tambiƩn asociativa e imaginativa. Su estrofa inicial decƭa asƭ:

ā€œQuĆ© poco significan las palabras, uh uh
si cuando sopla el viento se las lleva tras Ʃl
Y quedan solamente los recuerdos, uh uh
promesas que volaron y no pueden volver...ā€

Sí, convendrÔn conmigo que era una canción cursi, pero lo que entre líneas decía, pertinentemente traído a colación hoy, es vigente y letal aplicado a la abundante quincallería tecnológica errada, periódicamente arrojada a un imaginario baúl de los futuros, malogrados no pocos de ellos por alumbramiento prematuros cuando no por perfomances fake digitales presuntamente asombrosas devenidas en tentadores cibercrecepelos aireadas por los espabilados de turno.

Por eso, no es difĆ­cil imaginar una tĆ©trica A Santa CiberCompaƱa en lĆ”nguida procesión rumbo a la Ermita del Destino Último, en cuyos cenotafios –solemnes rituales mediante–, las Ć”nimas de los nascitecniturus son arrojadas de forma periódica, en donde purgarĆ”n ad eternum por su temeraria ambición de querer triunfar en el tecnouniverso con pirotecnia defectuosa.

Si echĆ”ramos una fugaz ojeada a su interior nos toparĆ­amos con un batiburrillo de difuntos tecnoartefactos fallidos: desde aquel prometedor videograbador Betamax a la prematura tarjeta electrónica de la FNMT –aka Āæpita o no pita la kryptonita?–; desde el ortopĆ©dico DNIe hasta las pecaĆ­s extraviadas; desde el metapoliverso al blufchain; desde las guguel glases al guorldcoin. Y asĆ­ todo.

En esta aceleradĆ­sima sociedad digital, la ciberprotección tampoco se libra de una obsolescencia –¿programada?– abultada y, quizĆ”, artificialmente apresurada. De esta guisa, el trastero del devenir amontona igualmente versiones adolescentes de claud, casbi, uteemes, dip y machĆ­n lernin, sashe, edeerres, gualets...

También en el arcón asoma un revoltijo de hackers truferos dejados de la mano de devs, extenuados ante las talentosas e hiperhormonadas IAs, capaces de suplantarles sin desfallecer en no pocos cometidos polícromos. Sus exitosas ciberartimañas laterales y a precio de saldo también propician tsunamis delicuenciales que, de manera discontinuamente fija, inundan esta ya repleta arca de la desconfianza.

No podía faltar en este repaso visual a las entrañas bauleras el identificar, en lo mÔs recóndito de su variopinto contenido, a desterrados especímenes humanos etiquetados como responsables de ciberseguridad, arrinconados por la eclosión de efervescentes clones denominados CISOs junior, imberbes y de mercadillo, tan tiernos y baratos ellos que estÔn arrasando en las listas de demanda de RRHH ante la inconsciente pasividad de algunos concernidos.

No queda otra que permanecer ojo avizor ante este interminable ritual de soterramiento digital, prestando mucha atención a esa IA tan despendolada y reacia a dejarse embridar. Capaz de embelesar orgĆ”smicamente a los tecnorĆ©xicos, y de proseguir con ese empeƱo de anular las prestaciones humanas. Lo decĆ­a con tino el filósofo Daniel Dennett: ā€œEl peligro no es que existan mĆ”quinas mĆ”s inteligentes que nosotros, sino que nosotros cedamos nuestra autoridad a mĆ”quinas estĆŗpidas e irresponsablesā€. Resulta pertinente esta aseveración, mĆ”xime cuando se acaba de constatar que las inteligencias artificiosas ā€˜moelnas’ ya muestran alguna capacidad intrĆ­nsecamente humana: por ejemplo, la de engaƱar. Sin despeinarse y refanfinflĆ”ndosela.

Solo el ser humano es lo suficientemente imbécil como para, cegado por el deslumbrón de estas tecnologías, arrojar su inteligencia a la cuneta evolutiva. Ante este sombrío vaticinio, quizÔ proceda acabar otorgando vida musical a una imaginaria estrofa cuÔntica parasitadora de la célebre tonada sesentera con la que comencé esta tribuna:

ā€œBuscando en el baĆŗl de los futuros, uh uh
Cualquier tiempo pasado nos parece peor
Volver la vista atrƔs es malo a veces, uh uh
Mirar hacia delante es vivir sin temor
Los recuerdos son el pasado
Mejor inventarse un tecnoporvenir
prometedor, uh uh.ā€

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