La erĆ³tica de la ciberseguridad
A quĆ© negarlo, en estos tiempos que corren el glamur de la ciberseguridad estĆ” en mĆ”ximos, dirĆase que despatarrado. CabrĆa incluso afirmar que su hiperhormonado fulgor estĆ” propiciando una erĆ³tica en derredor suya que, desde mĆŗltiples miradas, parece cautivar no ya solo a los simpatizantes que ven en esta actividad un fructĆfero sendero laboral para dar rienda suelta a sus habilidades, sino, ademĆ”s, a oscuros especĆmenes de toda ralea, babeantes por lo fĆ”cil que se lo pone la sociedad digital para delinquir impunemente o a aquellos otros que, simplemente, han encontrado un boyante ecosistema para medrar y dar rienda suelta a sus fantasĆas cibernĆ©ticas en tanto sujetos enamorados de sus propios avatares.
AsĆ, esta fascinaciĆ³n por discurrir nuevas vĆas para seguir resquebrajando la ciberprotecciĆ³n encuentra su reflexiva piedra de toque en los sucesos acontecidos hace escasos meses, a instancias del trĆ”gico conflicto del cercano oriente, por los que se causĆ³ un devastador sabotaje -descomunalmente amplificado en lo mediĆ”tico-, amparado en una masiva incursiĆ³n explosiva desencadenante de asombrosas capacidades ānunca antes imaginadasā de alterar artefactos de comunicaciĆ³n de uso masivo y alojar en sus tripas āregalitosā pirotĆ©cnicos letales, saltĆ”ndose a la torera los rancios controles al uso de las cadenas de suministro. Esta audaz y brutal acciĆ³n, culmen de la āinteligenciaā mĆ”s daƱinamente sagaz, va a obligar a replantear desde su raĆz la metĆ³dica de la supervisiĆ³n y blindaje de las cadenas de suministro de cualesquiera elemento industrial, en lo sucesivo dianas seguras para el ciberterrorismo y la ciberdelincuencia de Ćŗltima generaciĆ³n, golosas ellas de descubrir innovadoras vĆas para atentar y delinquir.

Luis G. FernƔndez
Editor
lfernandez@codasic.com
Este inquietante hecho no puede sustraerse a la naciente Ley de Ciberresiliencia europea, la cual āpresuntamenteā ha de velar por propiciar āque no garantizarā que en estos nuestros territorios el hardware y el software con componentes digitales tengan unos mĆnimos de seguridad, escalando su exigencia conforme a su catalogable criticidad. A futuro, a ver cĆ³mo se articulan sistemas de supervisiĆ³n fiables ācon responsabilidad legal incluidaā de todos y cada uno de los chequeos de las etapas del proceso de fabricaciĆ³n, ensamblaje, traslado, reparto y suministro. Cabe colegir que las empresas de auditorĆa y supervisiĆ³n, mĆ”s allĆ” de la consabida etiqueta sellada, fĆ”cilmente chineable, van a tener que emplearse a fondo y rehigienizar, no descartĆ”ndose incluso la necesidad de alumbrar nuevos estĆ”ndares ad hoc. En fin, que por lo que parece, la ciberseguridad tendrĆ” que echarse ahora a sus espaldas un nuevo quebradero de cabeza: la maldiciĆ³n de la cadena āexplosivaā de suministro.
AdmitĆ”moslo pues. A muchos la ciberprotecciĆ³n les pone. Les pone estresados, en vilo, ojo avizor, osados, golosos... y, cĆ³mo no, a algunos tambiĆ©n les sitĆŗa en el ansiado ācandelabroā. Tal parece ser en este Ćŗltimo caso el de un sonrojante personaje āconocido por no pocos de ustedesā, autĆ©ntico fenĆ³meno de linquedĆn comĆŗnmente epitetado como āSardinete el selfiencer mĆ”s narciseteā. Es tal su exagerada querencia āo mĆ”s apropiadamente dicho linkedependenciaā por aparecer en la afamada red social profesional con cualquier pretexto, que el uso desmesurado que de su dedo Ćndice āya casi humeanteā hace a diario supera con creces la luminiscencia bermeja del de ET seƱalando a su planeta. A este sonrojante espĆ©cimen con altas capacidades cuĆ”nticas de ponerse incontables gorras, le siguen a no mucha distancia algunos otros que se estĆ”n viniendo pero que muy muy arriba.
Y por esta vez toca ir acabando. Resulta desmoralizador constatar cĆ³mo al ministro de nuevo cuƱo competencialmente concernido en la cosa digital, esto de la ciberseguridad no le āpongaā lo suficiente y su lĆbido quede flĆ”cida ante el tener que desplazarse presencialmente a LeĆ³n en los recientes fastos de una de sus criaturas ministeriales mĆ”s pizpiretas y boyantes. La lastimera orfandad de 18 Enise a la hora de celebrar su mayorĆa de edad congresual quedĆ³ manifiesta cuando las devotas y absorbentes ocupaciones āno exentas de embelesoā del citado en pos de la TransformaciĆ³n televisiva dieron al traste con su debut ministerial en esta rama digital de sus encomiendas. Menos mal que en lo tocante a la TransformaciĆ³n pornogrĆ”fica, parecen haber tomado el relevo sus compaƱeros de Igualdad.