ā€œPero quĆ© pĆŗblico mĆ”s tonto tengoā€

Ha querido la casualidad que en estos pasados dĆ­as se haya estrenado en una de las plataformas top un documental en modo biopic de Olvido Gara. Bajo el tĆ­tulo de ā€˜Alaska revelada’, la miniserie de tres episodios aborda la transgresora trayectoria de este icono inclasificable. Uno, que ya es veterano, aun la recuerda a comienzos de los aƱos 80 del pasado siglo militando en una indescriptible banda punki caƱƭ denominada ā€˜Kaka de Luxe’. Entre sus ā€˜himnos’ figuraba una canción denominada como el tĆ­tulo de la tribuna de esta ocasión. MĆ”s allĆ” de la cutrez de su letra, quiero quedarme con el mensaje subliminal que su afirmación contiene y traerlo a nuestro Ć”mbito.

En realidad, me pregunto si la gran y polidiversa familia de la ciberdelincuencia, cual tíos Gilito cibernéticos, se siguen descojonando de todos nosotros mientras acumulan pingües retornos por sus delictivas acciones y, al son y tarareo de la declamación de la púber Alaska y cia, nadan entre montañas de ciberréditos parasitados ante la debilidad de una sociedad digital con andamiaje tecnológico deficiente y crecientemente asolada por exitosas estrategias criminales a lomos de chantajes y extorsiones barnizados de ransomware, pesqueo y ultrasuplantación en todos sus colores. Pareciera que estemos inmersos en la mismísima era de los putos ciberamos apandadores.

En la actualidad, la mayorĆ­a de los ciberataques son obra de autĆ©nticas organizaciones criminales constituidas por profesionales que conforman fidedignamente lucrativas empresas ā€˜legĆ­timas’ con estructuras de ganancias, departamentos, equipos de I+D y reclutamiento de adeptos. Este enfoque estructurado propicia su Ć”gil escalado operativo y poder innovar vertiginosamente.

Así pues, ateniéndonos a las desoladoras cifras y estudios circulantes, los pronósticos en esta línea para el debutante año son todos sombríos: mÔs ciberdelincuentes, mÔs ciberdelitos y mÔs juicios, mÔs ataques coordinados y apagones digitales al unísono, mÔs kill chains distribuidas, mÔs tajadas de ganancias para las mafias y mÔs incursiones fructíferas para las actividades ilícitas de los estados nación y sus subcontratados.

A modo de botón de muestra, esta situación se justifica porque, segĆŗn el portal Statista, a noviembre de 2024, el coste estimado del cibercrimen habrĆ” aumentado entre 2024 y 2029 un 69,41% mĆ”s, alcanzando un total de 6,2 billones de euros. DespuĆ©s del undĆ©cimo aƱo consecutivo de aumento, se estima que el indicador alcanzarĆ” los 15,24 billones de euros en 2029, estableciendo un desolador nuevo ā€˜rĆ©cord’.

Este aciago panorama, pese a los esfuerzos –denodados, solventes y en algunos casos, hasta ingeniosamente asombrosos– del colectivo de ciberseguridad tecnológica que nos defiende de la lacra y los protagonistas de su llevanza, del tsunami regulatorio en la materia y del ā€˜empujoncito’ de la IA para con el bando de los buenos, no bastan para contener la codiciosa cuadrilla de delictuosos agresores.

Los adversos guarismos aun adquieren un tinte mÔs nefasto al constatarse que el 82% de las brechas son causadas por error humano, lo que denota que las ciberamenazas han encontrado un sonrojante resquicio por el que flagelarnos a destajo y muestran el recurrente fracaso de nuestra sociedad y de sus actores mÔs concernidos en conformar e inculcar una educación, formación y concienciación mÔs rotundas en su eficacia.

Parafraseando al peruano Vargas Llosa, ¿cuÔndo se jodió la ciberseguridad? Es estimulante leerse el especial anual que en esta edición de 2025 ofrecemos al lector para mensurar lo que sobreviene en boca de un plantel de participantes excepcional y extraer consecuencias.

La evidencia de que las estamos pasando canutas para contener al contrario obliga quizĆ” a plantearse un drĆ”stico cambio de estrategia, en las antĆ­podas de las centradas Ćŗnicamente en respuestas tecnológicas reactivas. Esta enquistada situación de dĆ©cadas me recuerda la vitriólica frase de Woody Allen en su mĆ­tica ā€˜Toma el dinero y corre’: ā€œ...les peguĆ© con la cara en sus puƱosā€.

En lĆ­nea con esta reflexión final quiero quedarme con una lĆŗcida y taxativa aseveración del empresario y emprendedor estadounidense Henry Ford, pionero de los automóviles y su incipiente industria, allĆ” por comienzos del siglo XX. A propósito de su talentosa y radical creatividad de cara a los vehĆ­culos, se le atribuye la cita: ā€œSi le hubiera preguntado a la gente quĆ© querĆ­a, me habrĆ­an dicho que caballos mĆ”s velocesā€.

Tendrƭamos que aplicarnos el cuento y discurrir mejor dado que las estrategias y tecnologƭas actuales, al parecer, no se bastan para frenar a esta cada vez mƔs abundante tropa ciberdelicuencial, venida muy arriba mientras nos miran tarareando desternillados el bodrio de Alaska.

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