Ciberseguridad en Europa: Entre el Nuevo Orden GeopolĆ­tico y el Confucianismo Digital

La (r)evolución digital ha proporcionado un nuevo componente en el mapa geopolítico mundial, configurando un tablero donde los sistemas de información conectados emergen como un nuevo campo de batalla, algo mÔs silencioso que los carros de combate, pero si cabe mÔs mortífero.

Nos encontramos ante un escenario donde las doctrinas tradicionales de poder se reconfiguran bajo el prisma de algoritmos, acceso masivo a datos y a talento humano no reproducible por software.

Esto ya lo sabíamos. La novedad es que la nueva administración de EEUU ha añadido a esta nueva realidad una aproximación disruptiva a las alianzas tradicionales y una reconfiguración de prioridades estratégicas a muy corto plazo.

Esto ya lo sabíamos. La novedad es que la nueva administración de EEUU ha añadido a esta nueva realidad una aproximación disruptiva a las alianzas tradicionales y una reconfiguración de prioridades estratégicas a muy corto plazo.

Europa, tradicionalmente acunada en el confort de su dependencia tecnológica de Estados Unidos, se encuentra ante la disyuntiva de reinventarse o quedar relegada a un papel secundario, y, lo que es mÔs importante, se ve obligada a redefinir su identidad.

El fondo europeo de defensa (European Defence Fund), con su asignación de mÔs de siete mil millones de euros para el período 2021- 2027, intenta responder a este cambio estratégico, donde seis de las once categorías de gasto estÔn directamente relacionadas con las tecnologías de la información, por ejemplo, superioridad informativa, sensores avanzados, ciberseguridad, espacio, transformación digital y resiliencia energética, y las cinco restantes, materiales avanzados, combate aéreo, defensa terrestre y combate naval, actualmente dependen también de sistemas de información.

En paralelo, observamos cómo China ha integrado elementos del confucianismo en su estrategia digital global. Esta filosofĆ­a milenaria, reinterpretada bajo el prisma tecnológico, prioriza la estabilidad social y el rol del Estado como guĆ­a moral. Esto se refleja en el cibercontrol y la gobernanza digital en China con el Gran Cortafuegos de China, justificado con la idea de mantener la armonĆ­a social. La noción confuciana de responsabilidad colectiva fomenta la formación de talento en ciberseguridad bajo principios de lealtad al Estado. Empresas como Huawei y Tencent trabajan alineadas con el gobierno, garantizando que el desarrollo tecnológico siga la ā€œmoralidadā€ estatal.

En este escenario bipolar, Europa encuentra su oportunidad histórica no en la competición frontal, sino en la ocupación de un espacio único de colaboración con las dos potencias mundiales.

La soberanía digital europea actualmente no puede residir en la autarquía tecnológica, sino en la capacidad de establecer estÔndares éticos y marcos de gobernanza que influyan en el desarrollo global.

Por ejemplo, en el entorno de las entidades financieras, la obligación de realizar regularmente pruebas de penetración basadas en amenazas, estipulada por la nueva legislación de resiliencia digital (DORA) podría llevarse a otros sectores en Europa, elevando así nuestro grado de resiliencia en sectores críticos de nuestra economía.

La ciberseguridad del futuro serÔ aquella que proteja no sólo infraestructuras, sino modelos sociales y valores compartidos.

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