Comprar barato sale caro

Todos dependemos de una compleja cadena de suministro. Desde nuestro distribuidor de energĆ­a, hasta, por ejemplo, nuestro proveedor de desarrolladores. Mencionar este punto en EspaƱa, tras el pasado 28 de abril, seguro que atrae la atención del lector. Recordemos que la disponibilidad (ā€œavailabilityā€ en inglĆ©s) corresponde a la Ćŗltima letra del archiconocido acrónimo de la seguridad de la información CIA (ā€œConfidentialityā€, ā€œIntegrityā€, ā€œAvailabilityā€), es decir, confidencialidad, integridad y disponibilidad. Es muy frecuente que los profesionales de la seguridad nos quedemos ensimismados con la C y con la I, dedicando mucho tiempo a proteger, cifrar y firmar datos. Sin embargo, la disponibilidad de los datos no nos parece tan sexy.

El mundo interconectado en el que vivimos hoy no nos permite practicar la autarquía empresarial y depender única y exclusivamente de nosotros y de nuestros empleados. Tus productos y tus servicios dependen, en gran medida, de personas que no reciben una nómina de tu organización. Recordemos que la seguridad de toda nuestra cadena de valor viene dada por la que ofrece, o practica, el eslabón mÔs vulnerable la misma, independientemente de la empresa a la que pertenezca. Es crucial, por tanto, evitar la existencia de cualquier eslabón débil.

El cariño con el que construimos la seguridad de la información de nuestros proveedores ha de ser idéntico al que aplicamos en nuestra organización. Tenemos que involucrar a todos nuestros proveedores, desde los mÔs bÔsicos hasta los mÔs complejos, en la orquestación de nuestra propia protección, siempre de modo proporcional a su importancia para nuestra cadena de valor. Todas las medidas preventivas, de detección y mitigadoras que diseñemos e implementemos para gestionar nuestros riesgos operacionales van a tener un componente externo a nuestra empresa que no podemos olvidar. Sólo así podemos crear una organización realmente resiliente.

Esto implica que, a la hora de seleccionar a nuestros proveedores, el precio no puede ser el principal criterio de decisión. Otros parÔmetros como la cercanía a nuestra cultura de empresa, la realización y prueba de ejercicios de continuidad de negocio, la sintonía entre colaboradores, la posibilidad de trabajar de forma conjunta y compartir criterios de calidad similares a los de nuestra organización, tienen que pesar tanto o mÔs que el precio de sus servicios.

A esta receta de ā€œtratamiento justo a tu cadena de valorā€ se aƱade, hoy en dĆ­a, un componente geopolĆ­tico que tambiĆ©n hemos de factorizar. Por ejemplo, ĀæquĆ© plan de contingencia tenemos si nuestro proveedor de nube pĆŗblica, del que tanto dependemos, por motivos ajenos a su plan de negocio, se ve obligado a doblar el precio de la potencia de cómputo y del software que usamos en sus mĆ”quinas? ĀæCompensarĆ­a regresar entonces a nuestro centro de datos y comenzar a utilizar software de código abierto? Sugiero al lector que responda a estas preguntas de forma abierta y sincera.

Estos escenarios tan extremos ya no parecen tan irreales. Tenemos que comenzar a pensar de modo alternativo y a preparar nuestras organizaciones para que puedan sobrevivir, e incluso crecer, en entornos de alta variabilidad. Esta nueva aproximación a una ciberseguridad mÔs cercana a los riesgos geopolíticos nos va a requerir la creación de equipos multidisciplinares, diversos y capaces de ser funcionales cuando el resto de nuestros competidores dejan de serlo, bien sea por una pandemia, un volcÔn, una guerra vecina, una dana o... un apagón.

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