Hasta la primera ciberhostia
Estimado lector, espero sepa disculpar que para esta ocasión dĆ© inicio a la tribuna titulĆ”ndola y comenzĆ”ndola de modo contundente y soez. Pero quizĆ”, por hacerlo asĆ, a bocajarro y sin tapujos, refleje mejor la catarsis del momento.
Guste o no guste el boxeo, a buen seguro que todo quisque recuerda a Mike Tyson, el pĆŗgil de los pesos pesados cuyo bagaje verbal tambiĆ©n hacĆa gala de una pegada descomunal. Baste recordar la mĆtica frase salida de su boca ante las estrategias pre-combate de sus adversarios: āTodo el mundo tiene un plan hasta que recibe la primera hostiaā.
Parafraseando al āmordienteā expresivo del mĆtico boxeador y aplicĆ”ndolo en sentido opuesto āfigurado o noā a nuestros menesteres, emerge con naturalidad la frase que titula la sección: āNadie tiene un plan hasta que recibe la primera ciberhostiaā.

Luis G. FernƔndez
Editor
lfernandez@codasic.com
ĀæY quĆ© decir ante esto? Pues que aun llevando dĆ©cadas con las dipterus ciberescrotensis āo sea, las moscas cibercojonerasā campando a sus anchas, los sopapos al entramado digital siguen siendo a estas alturas de tamaƱo descomunal y las lecciones aprendidas o no se interiorizan seriamente o se desconoce cómo hacerlas frente de verdad.
Los avisos de la fragilidad digital planetaria constata dos en aƱos recientes por mĆŗltiples frentes con goteras (recordemos la caĆda de Redsys o el affaire Microsoft CrowdStrikeā¦) y el atracón de ransomware y sustracción de datos que toda suerte de empresa viene padeciendo por una ciberdelincuencia venida arriba por los pingües beneficios de su exitosa escalabilidad, evidencian que la concienciación masiva y el ciberrearme tras tanto ciberataque son hasta el momento insuficientes, dejando aĆŗn numerosos flancos al descubierto por los que las sucesivas oleadas tysonianas nos flagelan, uppercut arriba crochetazo abajo, sin misericordia.
Con todo, hasta la sensibilidad continental hacia la protección devenida en seƱal de alarma por el ādescoloqueā de la era Trump que nos deja a la intemperie, y los anuncios de habilitación de generosas inversiones especĆficas en ciberprotección al albur de la defensa hiperhormonada de la venerable y perezosa Europa āinstada a espabilar y enderezar el rumboā, parece que pudieran suponer tomarse al fin en serio la cosa.
Pero... hete aquĆ que el puƱetazo estelar sacudido a nuestro flamante paĆs āy zonas adyacentesā, dejĆ”ndolo sin resuello durante horas, el pasado 28 de abril, a causa de un apagón drĆ”stico, dejó traslucir su pĆ©simo estado de forma, y lo que es peor, su ceguera a la hora de saber de dónde y cómo vino el golpe.
Es triste admitirlo, pero el alcance de la masiva interrupción nos sacó los colores en la palestra internacional haciendo emerger cuĆ”n interdependientes son las infraestructuras sustentantes de nuestra sociedad y, al tiempo, constató la brutal irradiación contagiosa a los mismĆsimos escenarios digitales, tan aparentemente estancos a la malla fĆsica. Y en medio de ello, las encarnizadas contiendas con innecesaria ideologización por un quĆtame allĆ” unas renovables (sin embridar).
Los ciberachaques y goteras digitales constatados por el apagón obligan tambiĆ©n a la gente concernida de TIC y de la ciberprotección a la reflexión: es obligado un profundo replanteamiento de toda la normativa tĆ©cnica āprotocolos, manuales y procedimientos de la operativa no poca obsoleta y tumefacta por desuso⦠o por estar en las ānubesāā, no ser cicateros en instalar de una vez sensórica de Ćŗltima generación, verificar āno solo asumirā la resiliencia de los proveedores, requetechequear los puntos ciegos por la ciberseguridad fragmentada y, en modo back to basics, repasar y engrasar los planes de respaldo.
AĆŗn hoy, a mes y pico de la debacle, siguen sin saberse las causas de la desconexión, los litigios ābufetes top medianteā calientan motores y los mĆ”s de mil millones de euros en demandas y confrontaciones estimadas, enfilarĆ”n los tribunales en busca de responsables con apellidos.
Solo cabe esperar que, a la hora de este empeƱo, se ignore a conciencia lo afirmado recientemente por cierta exconsejera de Igualdad en la Junta de Extremadura y miembro actual del Consejo de Seguridad Nuclear, en su desacertada aseveración: ātener demasiados conocimientos puede ser contraproducenteā.
Ha querido el destino que, curiosamente, la ciberseguridad, y mĆ”s en concreto la rama de la forensĆa y la atribución de identidad, estĆ©n llamados a ser determinantes en la aportación de conocimientos en las demandas y reclamaciones de autorĆa que se ciernen sobre el affaire apagón y sus miles de millones de registros por desentraƱar ofuscados en las cajas negras...
Como colofón āmomentĆ”neo aĆŗnā a esta calamidad, viene a cuento rememorar la pintada aparecida en la distopĆa de la aclamada serie actual āThe Last of Usā que, al cambio, venĆa a dejar escrito en la desvencijada pared āTodo tiene moraleja, si la encuentrasā. Eso sĆ, sin olvidar al tiempo lo dicho por el aƱorado maestro Vargas-Llosa: āLo importante es no morirse en vidaā.